Desde el desmoronamiento de su trabajo y su familia se aisló del mundo. Apenas su indestructible curiosidad y los hijos que veía de vez en cuando le mantenían vivo. Había pasado de aprendiz de humano a aprendiz de sabio... no, porque no transmitía su información a nadie. Quizás, aprendiz de mago.... tampoco, no tenía ilusiones. Si, algo era, un aprendiz de la nada, se disolvía lentamente en ella como un muerto en vida.
Aquel día salió a dar un paseo por la urbanización cercana, hacia la montaña, donde hace unos días la gente vio algo parecido a un meteorito en pleno día. Fue una noticia que despertó su interés. Casi todo el mundo lo vio menos él, casi siempre encerrado en su casa.
En el trayecto, relajado y mirando al suelo, encontró una extraña piedra, oscura y brillante. ¿Tal vez un trozo de “eso”?. Se la llevó a casa rápidamente. Si, “eso” se lo quedaría y no diría nada a nadie. Que se jodan. Tampoco nadie se preocupaba por él.
La colocó en la mesa del salón y la observó durante horas. Después decidió hablarle y le contó sus penas hasta que se cansó. Se fue a la cocina a comer algo y cuando volvió la piedra emitía una extraña luz negra. Paralizado le preguntó quien era, pensando que en cualquier momento algo surgiría de ella. Como no contestó se enfadó y la tocó: ¡No me asustas cosa, me asustan las personas!.
Varias días después sus hijos fueron a visitarle y no lo encontraron. Preguntaron a la gente. “Es un hombre que no habla con nadie. Nadie le echa de menos”, le dijeron.
Forzaron la puerta y registraron toda la casa. Nada.
Al cabo de unos años de la desaparición del padre, del que nunca más se supo, los hijos se mudaron a su casa y la rehabilitaron. En el proceso encontraron una piedra negra que les llamó la atención porque llevaba casi incrustada algo parecido a una cadena con medalla. Intentaron despegarla y a duras penas les saltó la medallita. La limpiaron, era de oro con una inscripción en el reverso. No podían creerlo, pertenecía a su padre, nunca se la quitaba de encima, herencia de familia. Miraron la piedra atónitos y una extraña intuición les impulsó a mantenerse en silencio, a cubrirla y arrastrarla hacia el jardín donde la enterraron a la mayor profundidad posible. Todas las plantas que crecían en aquel trozo de tierra eran absorbidas por ella cuando estaban moribundas.
Con el tiempo la gente del lugar llamó a la casa del desaparecido La Casa del Agujero Negro.
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