Buenos días amor. Hoy, en esta mañana plena de sol y de canto de aves, de naturaleza de montaña, en esta tierra hermosa que me vio nacer a mí y que desde hace tanto tiempo te da cobijo, te escribo.
Ayer amor, fue una verdadera maravilla. Hacía tantos días de no vernos, mi tiempo siempre ocupado, tu tiempo mas apretado aún. Pero nos decidimos y debo decirte que las horas fueron totalmente deliciosas.
Ayer amor, besaste de nuevo mi cuerpo, recorriste con tus manos sabias mi piel que has aprendido a acariciar como hacía tiemo nadie aprendía y despertaste en mí las pasiones infinitas. Descubrí también amor, algo inesperado. A pesar de esa resistencia mutua a la permanencia, a pesar de esa negación lógica y absoluta a la profundida de esto que nos pasa, pude percibir en tu mirada y en tus preguntas que parecían ligeras, algo mas que el simple deseo de desenfrenarse una tarde de enero.
Lo terrible no es que me diera cuenta, lo verdaderamente terrible es que me gustó. Mas terrible y mucho más grave fue al entregarme a los placeres de tu boca, sentir la necesidad de quedarme atada a ella. Y es que para nosotros es imposible pensar en mañana. Es que ambos sabemos de la imposibilidad de la permanencia, dos vidas tan disímiles y tan difíciles de unir por tantas razones.
Pero ayer, entre esas sabanas y en esa cama vespertina, todo dejó de tener importancia. Lo mejor es que nuestros cuerpos se confiesan a gritos cada vez que se ven, lo que nuestras palabras jamás se atreverían a pronunciar: Y es que ambos, tu y yo, sabemos que el sentimiento, aunque querarmos disfrazarlo sólo de deseo, existe y por instantes, esos instantes en que ahogas las palabras y callas las mías con tus besos, expresas en el mejor de los lenguajes tu sentimiento. Yo por mi parte finjo no darme cuenta y pretendo que tú, mil veces más experto que yo, no te des cuenta de mi sentir.
Pero de nuevo, el cuerpo y el alma nos traicionan y hacen que esperemos con ansia volver a esas sabanas oscuras y perdidas, donde la piel sí se atreve a decir, lo que la razón no puede darse el lujo de permitir.
Un beso mañanaero amor, aún con la fragancia de tu piel pegadita a cada uno de mis sentidos. |