Una voz rotunda, grave y bien timbrada, con reminiscencias de trueno, llena todos los espacios y ensordece a los transeúntes.
-¡ERES CULPABLE!- dice la voz y todos se sobresaltan y tratan de ocultar sus rostros.
-No quise engañar a mi esposa, lo juro- dice un tipo bien trajeado.
-Pensé que nunca me descubrirían- piensa en voz alta un anciano lustrabotas.
-Pero si sólo fue un pedacito de pan- murmura una mujer, a todas luces excedida de peso.
-El dinero estaba allí. Yo sólo lo tomé- confiesa un muchacho sumamente asustado.
-El dijo que regresaría el fin de semana, No pensé que cancelarían la cita- dice una mujer ruborizada.
-Me pillaron- dice otro y sonríe de mala gana.

Un famélico perro se ocultó debajo de un quiosco y asomó desde allí su hocico tembloroso. Un gato que deambulaba libre, saltó como un acróbata y corrió a fondearse en su departamento. Una hilera de hormigas reculó a sus nidos, una rata se ocultó en las alcantarillas y mientras sucedía todo esto, el rumor sordo de la gente desnudando sus culpas, transformaba la ciudad en un confesionario colectivo.

-¡Está bien la amplificación, Oscar!
-Yo subiría el volumen. Recuerda que esta obra tiene que sobrecoger a la gente.

Y los actores continuaron ensayando en la sala de sonido, los efectos especiales de la obra “Los nuevos Mandamientos de Jesús para un Moisés que no entendió ni la mitad de lo encomendado”…