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¿Es correcto que me pueda sentir como una parte de mi parte, como una partecita de Mí mismo?

Veamos: La filosofía ha creado y recreado constantemente algunos términos para designar ese problema: la diferencia que existe entre lo que se puede ser y lo que se puede llegar a ser en unas condiciones precisas; lo que se puede ser debido a la propia naturaleza innata, al propio potencial (ontología) y lo que puede ser ese potencial en unas condiciones dadas (óntica). Lo óntico es el individuo en su experiencia, en lo que ciertas condiciones lo han convertido, en su relación con su entorno dado, la manera en que tales condiciones lo han formado. Nos hallamos entonces frente a un ser formado, vale decir: nos hallamos frente a un ser, frente a un potencial, frente a una posibilidad objetivada de una manera específica debido a las condiciones imperantes del entorno en el cual el individuo puede formarse. Lo que lo ha convertido en un ser específico ha sido su propia vida, no el fenómeno de la vida misma, sino la circunstancialidad, el individuo se convierte entonces en el producto óntico de su potencial ontológico.

Tenemos entonces un individuo (y una personalidad).

Lo ontológico es distinto: es todo lo que el individuo es, es decir: todo aquello propio de él mismo independientemente de la circunstancialidad. Es su potencial de ser en cualquier circunstancia. ¿Es este ser posible, independiente, un individuo? ¿Es el espíritu? Es decir: ¿La entidad a la cual yo, como ser óntico, pertenezco? ¿De dónde me surgen las fuerzas para la vida? ¿Cuál es el ser común conmigo mismo nacido, criado y formado en circunstancias distintas? Sin duda, si yo, éste, hubiese nacido en una circunstancia completamente distinta que ésta en la cual he nacido y me ha (he) formado; quizás yo no fuese el mismo, o, más bien, no me mostrase igual, quizá hubiese una diferencia de personalidad, o de valores, o de principios, porque distintas serían las experiencias… y el ser formado mediante las mismas. Ónticamente sería distinto, ontológicamente sería el mismo, porque se trata del mismo ser (mas no del mismo resultado). Eso otro yo, bajo otra circunstancia, sería otra parte distinta de mi ser ontológico pero formado bajo otra óntica (en el caso de que esa otra parte se hubiese bien formado, es decir: que tuviese una personalidad, una forma de ser sólida).
Bueno, entonces la primera de todas las preguntas de este texto es correcta: Sí, soy una parte de mi parte, lo que me inquieta es lo siguiente: si mi ser ontológico (del cual, debido a razones ónticas, soy tan solo una parte) es un Ser, una entidad, una individualidad ¿en qué lugar reside su vida? ¿En qué mundo se mueve, en qué mundo es, dónde es, dónde habita, qué y dónde respira?

(Ese es el nagual)

¿Puede existir un puente entre mi ser óntico (yo) y mi ser ontológico (Yo)? Los movimientos que pueden ocurrir a lo largo de ese puente es lo que Heidegger llama “Temporaciones”.

(El ser-ahí de Heidegger, el “Dasein”, es todo aquello que tú reconoces e ti, como tú, cuando yo te digo “Tú” – (Confieso que a mí me cuesta decirte “tú”) -. Heidegger construyó todo un lenguaje técnico para traducir lo que en otras culturas y también en otros tiempos se conoce ahora como brujería – a falta de una cultura al respecto, los occidentales arrojados al mundo, bien hacen bien en tomarlo como un emblema).

Ahora bien, debo confesar que como parte de mi parte soy un individuo alienado (¿No te acabo de decir que me cuesta decirte “tú” (porque nunca me encuentro seguro de en qué lugar te señalo)), pero como parte de mi parte (mi ser óntico) sólo puedo ser un individuo alienado, porque es imposible que en estas condiciones pueda ser enteramente para con alguna cosa (siempre me queda la sensación de que me falta algo y por tanto entonces me hallo en una situación de Hipocresía, eso no significa que no puedo ser amable, hipócritamente amable (¿No te acabo de decir que no sé qué lugar de ti estoy señalando cuando te digo “tú”?)).
Ahora bien: si yo soy parte de mi parte – (No quiero adelantar esto: que todas las partes están unidas) – tú también debes ser entonces parte de tu parte y lo mismo todos y cada uno ¿Será esa la totalidad: la unión de las partes de las cuales hacemos parte, de las verdaderas partes, de los seres ontológicos… la fuente de las esperanzas de la humanidad a pesar de todo (a pesar de la “nada”)?

¡Bendito sea el momento en que adquirí el don de ver tu parte (tu ser ontológico) y no solamente de verte y de creerte como parte de tu parte! (Cuando hablo de ver me refiero literalmente al acto de ver con los ojos mediante algo que aprendí que se le llama “visión periférica” (hasta cierto punto puedo decir que fue una suerte de alivio el conocer que existe tal término, porque muchas veces uno duda un poco de sí mismo – pero es imposible – o siente suma soledad cuando se está descubriendo el universo enteramente solo. Sólo las imágenes antiguas complacen, satisfacen o consuelan en estos casos, pero se le agarra rabia al tiempo presente y se busca a los asesinos que han logrado borrar aspectos del mundo de nuestro lenguaje (Como lo hace William Burroughs en “Expreso Nova”)).

Ese otro mundo (Dudo un poco de Schopenhauer cuando expresa que puede ser éste de otra manera (prefiero pensar que son los cuerpos de las estrellas)), sin duda lógica es más real que éste, el pseudo perceptible (¿Por qué existe entonces la filosofía, si no es por ese pseudo?) nuestro. Felizmente no es otro mundo acabado, como si nada más pudiera suceder (lo digo porque los seres ontológicos difieren entre sí y difieren sus relaciones, por lo tanto existen tantas relaciones diferentes como seres diferentes), por el contrario, constantemente suceden cosas en ese mundo y créanme si les digo que es una vida más interesante que esta.

¿Por qué – lógicamente hablando - es otro mundo (a pesar de Schopenhauer) y no este mundo pero de otra manera perceptual más completa? Porque si aplicamos la percepción completa, la percepción, no del ser óntico (esta máquina manipulada por el lenguaje y la “experiencia”) sino del ser ontológico, es decir: si vemos, entonces, mediante el tercer ojo (la historia del conocimiento me respalda) veríamos un mundo (éste) tomado por el tótem o el arquetipo del Insecto, el cual es el que ahora, en este mundo, manda. Por lo tanto el ser ontológico se sabría en una suerte de infierno en el cual se hallaría peor que nosotros, simples ignorantes ónticos, y, a pesar del ser ontológico saberlo, no le vienen ganas de suicidio, porque a pesar de todo todo obedece a un orden lógico. Y a pesar de todo no es de este mundo (así, ahora así en el orden temporal lógico) del cual el ser ontológico, mi ser ontológico (Él), toma fuerzas. ¿Es necesario que Él esté aquí? Es necesario, porque yo así lo siento.

Es mediante Él que yo oro.


-o-

La magia consiste en el arte de relacionarse con toda aquella parte que no hace parte de todo lo que te crees.



Texto agregado el 09-01-2007, y leído por 536 visitantes. (0 votos)


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