Concretamos una cita, luego de una larga jugada de envíos de mensajes cortos, siempre ella tomó el toro por los cuernos. Inquirió cada frase llegada a su teléfono, sabiendo que mis intenciones recurrentemente demostraron ese deseo de tenerla entre mis brazos, mas no amarla. Dudas cernían mi cabeza, claro estaba que no habría sexo; mi preocupación por llegar a tiempo no era desesperada, supe que todo sucedería de las mil maravillas. Como siempre en mis decisiones cambiaron y ocurrió que si me preocupe y mi agitado correr para llegar al tiempo preestablecido hízome sobresaltar, las pulsaciones de mi corazón escaparon de los promedios y llegué con casi dos minutos de retraso, la llame para que se enterara que estaba listo y dispuesto a terminar lo ya acordado. Una segunda llamada:
—Estoy bajando las escaleras dijo— tranquilizo mis nervios. Lo primero que dijo al verme de espaldas hacia ella: —¡Eduardito! ¡No! ¿Por qué traes eso?— refiriéndose a mi pasamontañas de Barcelona S.C. Excúseme argumentando que se debía a mi cabello desaliñado, y mi risa escondió cualquier nueva pregunta acerca de ese objeto. Dudamos al elegir la sala de cine, ¿Mall del sol? ¿Supercines Nueve de Octubre?, al final ganó la primera. Llegamos alrededor de las catorce con treinta y siete, la función comenzaría a tan solo tres minutos, ya estaba decidido “Happy feet” ella quería algo de comer, pero no hubo nada que satisfaga su hambre en ese momento, entramos: Buenas tardes, Señor. Tercera sala a la izquierda dijo el guarda tiquetes. Entramos con la seguridad de esa oscuridad de dos minutos, tomamos asientos de última fila, sabiendo de manera oculta que sería una sesión de besos, vinieron los avances de rigor, películas muy cómicas. Comenzó la película dudas de si estaba en idioma nativo o doblada al español recorrieron mi cabeza, realmente era muy irrelevante a mi parecer, pero ella la disfrutaría mas si español era el idioma, y así fue. Un leve abrazo luego de diez o quince minutos. Las risas se fueron mezclando y los abrazos se hicieron más recurrentes, la iniciativa del primer beso fue mía, esa explosión que ella esperaba tanto como yo, llevo a que disfrutáramos muy bien esas mezclas de carcajadas. El sabor levemente dulce de su tierna lengua extasiaba mis sentidos, probar una nueva boca y ser correspondido alegraba mis deseos, decía que mi ternura era lo que realmente le gustaba, sentirme querido o al menos deseado llenó mi ego. Los besos llenaban ese espacio de tiempo entre respiro y respiro, un abrazo fulgurante fue un indicador que podía ir mas allá, me permitió tocarla de manera apasionada, apretar sus muslos, acariciar su espalda baja y sentir aquel encaje de su ropa interior, estallaba de pasión y deseo. Volver a recordar sus abrazos sinceros sus abrazos de búsqueda, búsqueda de seguridad que fácilmente se confundían con deseo, entrelazar nuestras piernas y sentir el borde interno de sus muslos otra vez, me excitaba y hacía llorar mi falo, esas lágrimas que se obtienen al saber que el deseo nos encumbra. Mordisquear su oreja, la hacía estremecerse y transcurrió inexorablemente el tiempo y cada acción quedó grabada en mi consciente y presumo también en mi inconsciente. Salir de esa película fue magnífico, bilateralmente fuimos al baño. Dentro de ese cuarto sentí algo que me pareció muy raro un dolor en mis testículos, era la segunda vez que lo sentía, pero esta fue mas marcada, sabía lo que debía hacer: masturbarme, pero me quería engañar pensar que podría aplacar esa cargar sin necesidad de llegar a ese extremo. Departimos pizza y el dolor permanecía ahí, llegó el momento de irnos y cuando estuvimos a punto de salir me dijo que faltaba el postre recomendé un mousse de chocolate y llegamos a la dependencia donde lo vendían, ya se había agotado yo opté por un expresso y ella no quiso nada más. Tomamos el bus que nos llevaría a nuestro destino, la acompañe hasta las cercanías de su casa pero ella debía hablar con su amiga, pensé esperar a saludarla pero me arrepentí en última instancia, fui a conversar con mi mejor amigo e inquirir acerca de aquel dolor el confirmó lo que ya sabía y me dio la solución, no pasé mas tiempo y fui a casa y la cumplí, realmente fue un remedio santo. Al instante todo volvió a la normalidad, y después de aquello simplemente regrese a mi casa y esa jornada de aventura terminó de manera casi prevista.
Por ahora solo pienso en dormir y quizá en repetir mi medicina antes de caer en los brazos de Morfeo.
|