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LA DULCE HISTORIA DE GINES DE BABIA

Ginés era timido hasta la medula,y ademas , sin remedio. El pobre habia nacido con ese defecto, como otros nacen con las orejas despegadas.
Era un tipo corriente,mas bien delgado de ojos tristes y una incipiente alopecia que, a sus 25 años , le tenia bastante preocupado, pues se le empezaba a ver una brillante superficie entre sus pobres pelos. Eso no hacía mas que incrementar su timidez.
A el le hubiera gustado ser alto o fuerte o listo, tener algunrasgo positivo que le diera confianza en si mismo. Solo tenía algo, comun en los timidos de altura ,pero mas raro en las demas personas: sus sueños.
Ginés soñaba constantemente; porsupuesto no le hacía falta estar dormido, solo le bastaba salir a la calle a pasear, ver la gente pasar,mirar sus caras, sus ropas, su manera de andar, sus gestos. Solo con esto hilvanaba en su cabeza mil historias imaginarias. Todos eran personajes de sus sueños que giraban a su alrededor, entremezclando sus vidas de fantasia con la suya.
Marchaba por la calle día a día ,pasando desapercibido entre la gente, a veces con la sonrisa en los labios, si sus sueños eran agradables y graciosos, otras malhumorado y sombrio si eran tristes y acababan mal.
Solohabia una constate en todas sus fantasias: su gran amor, una mujer bellisima que hacia lo posible por conquistarlo.
Y eso imaginaba aquel dia, cuando se dío cuenta que habia olvidado el reloj (elemento imprescindible para alguien que solía perder la nocion del tiempo).Por lo tanto, para saber la hora debía de caminar hasta el reloj municipal de numeritos mas cercano, pues su timidez le impedía preguntarle la hora a cualquier paisano.
Llegó a la Alameda Cristina y despues de ver la hora se sentó a descansar en la terraza de un bar. Pasó media hora haciendo acopio de entereza para llamar al camarero y tomarse un refresco; y en eso estaba cuando, de pronto, sin saber de donde habia salido, una hermosa mujer, alta, rubia con unos enormes ojos claros, se acercó a el, y le preguntó con acento extraño.
-¿Puedo sentarme contigo?
Ginés tragó saliva, poniendose como una amapola y le contestó entre gallos y tartamudeos.
.Sssi, po-por supuesto.
Ella entabló una amigable conversacion con ,preguntandole cosas triviales a las que Ginés respondia con la voz temblona y las manos humedas.
Subitamente ella dijo:
-¿Porque no vienes a mi casa y me cuentas algo mas de ti?
El corazón le golpeó el pecho como los cascos de un caballo.
Ginés accedió de buena gana, y al levantarse sintió que el nudo en el estomago se le iba deshaciendo poco a poco.Empezaron a andar; percibia algo misterioso en sus gestos y en su forma de mirar, que no reflejaba el dialogo que mantenian.
Llegaron a una calle estrecha y oscura, por la que Ginés no recordaba haber pasado nunca. Al llegar a un caseron sombrío pararon ante una gran puerta de roble con unas extrañas figuras implorantes talladas.
Sonriendo levemente ella dijo:
-Esta es mi casa; entra , te gustará.
Se adelantó unos pasos para abrir la pesada puerta y pudo observar lo exuberante de su figura y la melena rubia muy larga ondulandose sobre su espalda.
¡Que suerte!- pensó para sí-; jamas hubiera pensado que la mujer que sirempre habia estado presente ensus sueños se presentaría así, de`pronto. A un gran timido eso era lo maximo que le podía pasar.
Entraron. En la casa había un furte olor a humedad . El marmol blanco lo cubria todo, paredes suelo y techo. Le pareció extraño no ver ni un solo mueble o cuadro, solo el marmol frío y brillante.Eran muchas cosas raras para un solo día.
Caminaron por un largo pasillo, y Ginés sintió una corriente de aire helado que le caló hasta los huesos. Se paró tiritando. Ella le tomó de la mano y le dijo:
-No temas ven conmigo.
Gines se estremeció al contacto con su gelida mano; su mirada se había vuelto aún mas enigmatica. La siguió casi hipnotizado y llegaron a una garn habitacion vacia ,donde el aliento se helaba al respirar. Las paredes estaban llenos de signos imcompresibles tallados en el marmol.La habitación rezumaba humedad. NI siquiera la gran claraboya del techo, por donde penetraba el sol de mediodia sevía para aliviar el tremendo frío que allí reinaba.
Ella le soltó la mano y empezó a desnudarse lentamente, mirandole con sus grandes ojos grises.
La habitacion le empezó a dar vueltas a medida que su exitacion crecía.
Se le acercó ,hasta que sus senos le rozaron el pecho y empezó a desnudarlo. El se dejo hacer, estremeciendose cada vez que sus dedos de hielo rozaban su piel.
Todo ocurria como en sus sueños; todo menos aquel extraño frío que lo invadía todo. Sus manos y sus labios lo recorrian por completo y Gines se iba helando por momentos.
Ella le susurró:
-Vendrás conmigo a mi mundo ,solo tienes que acariciar mi cuerpo. Veras que el placer no està solo en el calor , sino tambien el el dulce adormecimiento del frío.
Ginés empezó a acariciarla y pasò de un frío doloroso a un placer intenso que le dejaba sin fuerzas.
Paulatinamente se sintío invadido por una extraña somnolencia, y comprendió que este era su sueño postrero, el unico y ultimo sueño realizado. Pero a pesar de todo se sentía felíz.
Al fin con un ultimo espasmo de placer, abandonó su cuerpo frío y todo dejó de ser.

Texto agregado el 09-01-2007, y leído por 154 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
26-01-2009 hola, fijate que yo creia haber leido este cuento antes, sòlo que no era cuento sino un chiste, todo transcurre como en tu historia, solo que al final la dama lo desnuda y él pensaba que porfin ya se le iba a hacer el milagro, pero de pronto la dama abre una puerta y se asoman los niños de ella, y ella les dice, ya ven, si no comen van a terminar así... saludos! gomez81
09-01-2007 Muy bueno, final previsible pero inevutable. Orlando ouacosta
 
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