Se han cerrado ya las ventanas del pensamiento
Y el momento sigue en su danza con los ojos volteados
El calor derrite al sueño cuando el cansancio pide lugar
Y todo se vuelve grisáceo:

Hoy comencé por apoyar el cuerpo sobre las manos
Moviéndome con la cabeza echando vueltas,
Atravesando tus pies colgados al sufrimiento
Llorando cuando el orvallo estrepitosamente suena sobre tu cara

Una fiebre acompañada por el sopor aboca al delirio mismo
Y tu estás con la lágrima echando raíces
He abierto aquella cabecita adornada con tu cabello
Y me encontré con la creación misma ardiendo en melancolía
Y te movías bajo un umbral tembloroso
Y llorabas:


Estoy colgando de la primera plaza que veas
Como trofeo, con la cabeza atada a los pies,
En tétrica posición fetal.
El cuello me duele un poco cuando las amarras se hacen fuertes
Y los ojos me tiritan cuando la aurora se presenta desnuda
Durante la tarde concurren pequeñines a bañarme con piedrecillas y algunos camotes
Dejándome la sangre coagulada y con un adorno parecido a las cicatrices impiadosas (...)
No llores mujer,
si el sufrimiento me tiene de aprendiz,
Con decirte que me he dado cuenta de que el silencio pasa siempre de noche a traje descubierto,
/figúrate tú,
/y que por las mañanas se oyen fuertes resfríos desde la alameda,
Me he percatado, también, que eso de andar por la vida con una soga abrasada al cuello
es una moda novedosa,
Se ocupa bastante al momento que llueven las pastillas;
Hoy, por ejemplo, he levantado un poco mas la cabeza y he notado, con bastante dificultad, que el universo siempre se ha visto con los ojos demasiado cerrados. ¿Qué te parece?
A veces te extraño,
sobre todo en los equinoccios, cuando detrás de algunas ligustrinas suben luces adolescentes con la libido abrochándole los pantalones,
o en las tardes de sábado,
cuando seudo poetas de apariencia enjuta recitan a sus amadas versos
increíblemente
/ocupados
¡Sí es cierto!, yo los he visto

Los dolores de mi posición se han ido apaciguando con el correr de las heladas y me siento un miembro más de eset sitio.


A veces me sonrojo cuando ciertas jovencillas se me quedan viendo mucho rato,
Se extrañan de mi soberbia figura, pero luego me aceptan
Como a cualquier banca
/De la primera plaza que veas;
Me ha crecido el cabello de forma muy poco común, un tanto irrisoria;
Más me siento, de todas formas, dichoso, por tamaño símbolo de libertad, pues en estos tiempos...¿quién es verdaderamente libre?. Si camina tanto pelmacillo con fosforescentes trajes de fuerza, y con sogas atadas al cuello...

He estado en la observa de una bellísima pileta acuática,
Por dios bella mía, que limpidez, que pureza, si con decirte que llegan en manada a observarla, y se empecinan en mirarse por encima de sus aguas parecidas a la belleza líquida.
Recuerdo que una mañana un pollastre pegó sus ojos en ellas, y de ahí no los movió mas, hasta que el sol quiso agacharse...despareció, si el mancebo!
/imagínate tú.
Todos los que por allí pasaban quedaron atónitos
Yo también quedé perplejo, de hecho, la cabeza me lanzaba dolores estentóreos,
Obligándome a pensar,
De cuando en vez,
En la manera de descolgarme de donde estaba.

Durante largos años me las ingenié para concluir en un escape perfecto,
Lanzándome un día cualquiera al abismo del concreto superfluo,
Fue un golpe fuerte, había olvidado como caminar un poco,
Fue día lunes a eso de las doce ,
Extraño fue que nadie observó tal rebelión, y eso que fui estrepitoso al caer,
Me costó erguirme, avancé sólo hasta aquella fuente acuática de
La primera plaza que veas,
Y ahí me quedé, en hielo con mi cuerpo, perdido en los largos cabellos del mío propio,
Observando con detención mi longevo reflejo,
No recuerdo qué fue lo que siguió.