Hace meses que no escribo. Ayer decidí cerrar los ojos y escribir lo que a mis dedos les apeteciera. Fue el pulgar el que marcó la pauta. Lo sé porque es un tirano y por la evidencia de sus carnes pesadas al final de algunos versos. Le gustan los banquetes de rimas y palabras agudas.
He aquí uno de los restos de ese ejercicio:
Quiero decir que la nada es un sufijo,
que el camino se ha vuelto un crucifijo,
y que el coraje está harto de callar.
Quiero el silencio oculto tras el ruido
un gozoso recuerdo que ha huido,
y sombríos rincones para amar.
Quiero tórtolas en mi terraza,
un canijo pajarito en el portal,
peces sin colores, coloridos
y sórdidas canciones canturrear.
Quiero una rima, cortarla en pedacitos:
un sonido, un juguete de aguamar.
Quiero un estridente concierto de cigarras,
una maléfica poción para llorar.
Quiero un espasmo, una virgen, una fragua;
quiero el don, las alas y volar.
Quiero una espina decorando mis claveles
y una rosa seduciendo a los pistilos.
Quiero bruma, soplo de un segundo,
restos del cielo en bajamar,
estertores, cápsulas, marionetas,
un caballo negro pa’ montar.
Quiero sombras de corales olvidados,
un cristal minúsculo de sal,
quiero tierra, arena,
una veleta,
una esfera o un cometa:
quiero un cangrejo nacido junto al mar.
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