Corria detras de él un enorme ruido que le pisaba los talones. Como dando brincos paseaba por la calle, derrepente al detenerse en la esquina que dividía la calle seranes de la calle maría, súpo que algo andaba mal. Le seguía aquel mal que habia encontrado dentro de su propio corazón y que por insignificancias del mismo, llevaba consigo sín haberlo notado antes.

Desconcertado desenfundó entonces su revolver calibre 32, ese que sin el consentimiento de su padre cogío con el deseo de cubrir su alma de protección y apuntando contra su frente sollozo se le escuchaba; ¡Debo morir, debo morir!
Pero su voluntad fue rota al llegar a su mente una enorme ola de recuerdos que habían hecho de este un ser feliz, todo aquello que alguna vez le importo, todo aquello que en un momento le dío esperanza. Todo esto llegó a su mente tal como una ola azota traicionera las arenas de la playa en epocas de tempestad.
Sus dedos perdieron fuerza paulatinamente.

El revolver empezaba a hacerse pesado y su mirada se clavaba en el suelo, sus rodillas sentían desfallecer en el intento de mantenerle en pie. Su corazón dejó de latir tan rapidamente, finalmente sus brazos cayeron derrotados al suelo. Su alma estaba cansada... Debia vivir y él lo sabia.

El ruido que le sacudia sus orejas empezó a envolverle y levantaba polvo del suelo y no se veía nada, parecian escucharse gritos en medio de aquel desagradable momento.
Pero no eran más que los deseos reprimidos de juhil por salir.

Despues del aterrador choque de eso que le rodeó y que le colmo de silencio su corazón, parecia no estar, sin embargo ahí se encontraba, como si fuese un zoombie, juhil pone en pie su ya exahusto cuerpo y a un grito en sordecedor pide que termine aquella escena...
Y termino, ó al menos eso creyó él.


Continuara...