Las horas se agrupan en docenas.
Se envuelven.
Y se reparten cada dos cuadras a los transeúntes.

Uno llevaba en las manos apenas 2 minutos,
Y de los labios desprendía un humo turquesa
Que en pocos cigarrillos había visto
Venden ese hedor artístico?- pregunto.
Cogédlo del aire.
El aire me escucha y se convierte en levante
Quiero conocer a los hombres que se regocijan con el viento.
Faltos de cariño. Se dejan acariciar- me pongo a gritar.
Todo lo veo desde mi banquillo marino.
Aquel que alquilo cuando pretendo hurgar en los minutos de la gente.
Curiosidad insensata... conectándose con mi importuna desfortuna.

Me descubren con los ojos en forma de radar.
A veces clavados en las manos de quienes pasan.
Otras conectándolas con peces de papel crepé-

Diez horas perdió un niño en su carrera.
Rodaron sobre el asfalto,
y fueron a caer bajo unas rejas
... de tela.
Papel.
O madera.
La verdad, no lo sé-.
Todas y enteras confitadas, como las manzanas de las plazas.

_ No se preocupe usted. Sucede a menudo.,
Horas que resbalan de los bolsillos y se escurren.
Se tiñen la cabellera de rubio,
E intentan confundirse con los amarillos pensamientos de la ciudad.

Algunos, como en cualquier cosa los hay.
Se ofrecen.
_ Vengan . y desen un tiempo.