Diez partes de arena por cada una de cal.
¿Debe, a caso, parecerme normal?
Me perdiste hace algún tiempo con semejante intercambio. ¿Lo recuerdas? Yo era omnívoro y estaba eclipsado; y me alimentabas con las mondas de tu fruta, la prohibida; como a los cerdos pero con menos regularidad. Me llenabas con palabras huecas, que aún hoy me resquebrajan los tímpanos y me persiguen con su eco en la huida.
Volviste a llamar. ¿Estabas sola, carente de rumbo? “Pobrecita”, me compadecía yo. Pero comercias con la pesa trucada y uno ya es viejo para pagar de más.
Ya no lavarás este trapo de cocina que, aun grasiento, sabe secarse las lágrimas. Jamás te escribiré la canción prometida, tendrás que conformarte con estas palabras regurgitadas que nunca leerás. Cierta vez escribí que te envidiaba…por conocerte y demás. Y ahora, que te conozco, que tu hedor ha contaminado mis noches; ni por asomo te prepararía un zumo de mañana.
Reza por continuar en la ignorancia, por no darte cuenta de lo sola que terminarás en un mundo que todavía no comprendes. Yo espero que no, que un día te despiertes a media mañana, despeinada y confusa y repares en lo lejos que estás de mi. Que llores entendiendo aquella metáfora del tren que sólo pasa una vez. Mi parada la desintegró una bomba de Al-Qaeda.
Y ahora mismo me duele el miembro…de follar con otra, y me jode que no lo sepas; pero me parece de mal gusto el contártelo.
Sigo sin entenderte del todo, pero supongo que sois un porcentaje de humanidad los que tenéis ganas de complicaros la vida propia. Sigue así, inventando tus problemas y enredando a los demás. Quizás, un día como este llegues a ser uno de los personajes de tu amada Janis Joplin: “A woman left lonely”, preciosa canción.
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