Todos nos burlamos de aquellas expresiones de los individuos en las cuales se hace imposible ponernos de acuerdo porque hacen parte únicamente de experiencias privadas relacionadas con sus sensibilidades y por lo tanto nos cuesta entenderlos.
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Quizás sea cierto lo que acabo de expresar, porque quizás algunos sientan que es cierto, y quizás sea incorrecto. Todo depende del poder de envolvimiento, de la capacidad y de la fuerza expresiva, de la atmósfera en la cual se crea un concepto o se ilustra. Ningún poeta ni cuentista guiña el ojo como diciendo “Esto lo acabo de escribir, pero no vayan a creer que me lo creo”, ninguno. Todos ellos saben que la literatura no es fuga ni catarsis, es casi opción única. Tenemos algo, como lectores, que nos permite entrar en contacto con las experiencias privadas y profundas del otro (eso que muchas veces llamamos “imaginería”) y entenderlo, acompañar sus ideas o sus sentimientos, permitirnos que nos sirva de guía hasta el alcance de una idea, de una sensación, de una posibilidad; tenemos la capacidad de empatizar, de simpatizar, hasta el punto de hacer lo escrito por otro experiencia propia posible. Sin embargo no todos somos lectores, no todos poseemos capacidad de profunda escucha. A veces me cuesta olvidar que Alexandra Pizarnik se suicidó en un manicomio porque se llegó a la conclusión de que estaba loca, y quizás la culpa la encontraron en gran parte en su escritura (su ser expuesto entró en contradicción con toda una serie de valores sociales definidos que, lamentablemente, funcionaban en el Chile al cual regresó, pero no en el París en donde Pizarnik se descubrió y desarrolló como talento). Imagino entonces a un psiquiatra con un libro de Lovecraft o de Swedemborg preguntándole a uno de ellos “¿Es en serio esto?” y a ambos respondiéndole “No, es echando broma” y, si ante la duda responden que efectivamente es en serio, el psiquiatra pedirá que lo expliquen y si lo explican estarán locos de remate, porque ese, eso, lo explicado, no es el acuerdo.
- A Nietzsche lo encerraron en un psiquiátrico porque lo encontraron hablando con un caballo. “NADIE HABLA CON CABALLOS” (ese es el acuerdo), por lo tanto quien habla con caballos está loco “¿Pensaba Usted que el caballo le respondería, Señor Nietzsche?” – pregunta el psiquiatra -
Si poseo un lenguaje propio, porque soy un ser sensible que intenta comprender y dar sentido a lo que siento (a lo captado por mi sensibilidad) mediante mis propias facultades intelectuales y arrojando lejos de una sola patada el acuerdo construyo un mundo, quizás no otro mundo, sino un mundo, una reivindicación mía de este mundo, es decir, construyo este mundo y a la vez esto me ayuda a construirme en este mundo y a crear un valor propio a todas las cosas – suena a cosa humana – mediante los cuales creo un funcionamiento propio en este mundo, es cosa factible. Pero, quizás sepan, y yo no sepa, que el mundo ya estaba construido desde antes de mi nacimiento; y, si esto – tan obvio como suena – tanto si lo acepto como si no lo acepto, me convierte en una contradicción, y las contradicciones siempre son infelices, pero pueden ser tratadas….., qué es lo que contradigo?
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