En  un triste  pueblo de tantos, 
de esos acostumbrados a   nombrar, 
uno de  aquellos que son lejanos, 
una  triste  historía hay que  contar. 
 
Una  de tantas que  hemos escuchado, 
solo  una  de la  misma realidad, 
nuestra tragica es  algo  muy  hufano, 
la tragedia  que se torna en magestad. 
 
Era  una chica   muy  bonita, 
una  joven  hermosa de verdad, 
las calles  muy  de  noche  recorría, 
dando  sus  calores   a  la  ciudad. 
 
Lucilda,su  nombre  los hombres  repetían 
Luci, de  luz  y oscuridad, 
daba  a  las  fiestas  clandestinas  alegrías, 
ya  las  celebraciones  en el día falcedad. 
 
Por  su  camino  se cruzó un caballero, 
que  gustaba  sus ojos  él mirar, 
la  observaba  con muy  fieros  destellos, 
para  él, la quería  nada  más. 
 
Juró  ser el alfa  y  el omega  
el principio de su vida  y su final 
más ella por   las calles  se sentía  
como ave  por  el viento  suspirar. 
 
No, crepia  en el amor  sincero 
en amores  prometidos  ante el altar, 
prefería  a la  vida de recatos  
la  vida  de la noche, el talonear. 
 
Furioso,aquel  hombre rechazado 
una tarde  de servicios  el pago 
la danza  que  se  baila  entre las colchas, 
con  Lucilda  su gran amor  el disfruto. 
 
Más  cuando al fin sus pasiones  se saciaron, 
de  nuevo él, le  preguntó  
te  casas conmigo amor  mío, 
y ella burlonamente respondío. 
 
Se dirigió él, a una esquina  de aquella habitación 
saco  de  una  comoda  un cuchillo, 
que preparaba  para aquella  ocasión 
clavo  el arma  con furia  a lucilda, 
 
Acuchillada  en  un rincon, 
de la  habitación  del motel, 
lo  único que  rompía  el  silencio  
era  el quejido  del  viento y el lamento  de  aquella mujer. 
 
Le  lloraba  y le pedía  perdón, 
sabía  que su  amor  con ella  moría, 
lucharon  y  al final  se retiró 
dejandola   sola  mientras  ella  perecía. 
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