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Es increíble la gente con la cual me cruzo a lo largo del día. Si pudiera copiar exactamente todo cuanto ocurre, pienso que no terminaría de escribir... Ver a un hombre nonagenario llorando cada vez que le hablas de su hijo fallecido hacía mas de treinta años es conmovedor, y aún peor cuando le escuchas preguntarse qué es lo malo que hizo su hijo si este era un gran hombre, un padre de familia con mujer y siete hijos, una carrera exitosa en el mundo y amigos, tantos amigos, y hermanos y padres que le admiraban por la lejos que había llegado en el mundo... Y allí estaba yo recordando tan solo la pregunta que le hiciera al anciano: ¿Que opina de la muerte? Y este anciano que empieza a hablar sin parar, derramando lágrimas y lágrimas que ni un consuelo podría contener aquella herida inmortal... Fue un alivio ver que el teléfono sonaba, gran excusa para ambos. El salió de mi tienda y se fue, y yo fui atender la llamada sintiendo, pensando que el tiempo borra todas nuestras huellas... Alcé el fono y era un amigo a quien estimaba algo. Hablamos de nuestros planes para realizar una Revisión de Conocimiento Interior. Mientras le escuchaba me preguntaba si este compañero de mas de treinta años, sentiría aquella paz que propagamos. Un tipo de mas de cincuenta, soltero, esquizofrénico, gordo, hablador sin igual y un ego de ser superior como pocas veces he visto. Aun recuerdo verle salir del baño de nuestro local, esto ya hacía más de treinta años. Joven, alto, fuerte, personalidad, blanco, rubio de ojos azules y esa locura, demencia en cada uno de sus actos. Hombre inteligente. Hijo de terratenientes. Hermano de ministros, alcaldes, actores, artistas, es decir... Una persona admirable, sin embargo, para muchos, un loco, un tren desbocado, una personalidad aplastante, y una voz de negro de los mas bajos fondos... Es decir, un alma de esclavo. Y allí estaba ya mas de treinta años sirviendo a su maestro, al igual que yo, y yo me preguntaba qué es lo que él opinaría de mí. Es seguro que viera a un mono loco, un esmirriado pelado, un don nadie, un aspirante a escritor, un soñador estúpido, alguien que camina así como las mulas... Seguro que eso es lo que viera en mi persona. Y allí me hablaba y hablaba, preguntándome si lo escuchaba o no, lo seguía o no. Luego de afirmarle, colgaba el fono, y allí quedaba yo, con una serie de labores que hacer... Embaucado por las fuerzas de una idea de paz en el mundo, una utopía. |
Texto agregado el 07-01-2007, y leído por 208 visitantes. (0 votos)
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