En este dia tan especial, les dejo este regalo de humor y todo mi cariño...Dedicado también a todos los que se hayan comprado zapatos nuevos para alguna fiesta y tal vez no recordaron llenar la caja de yerba para recibir la Magia del Día de Reyes...
Los zapatos que Darío tenía puestos esa noche, apenas comenzaban a disfrutar su primera salida: la fiesta del Día de Reyes de su trabajo. Allí estaban, bajo la mesa de mantel rojo y dorado.
La música retumbaba en las paredes, y Darío, que reconocía que tenía dos pies izquierdos para el baile, se conformó con llevar el ritmo, dando golpecitos sobre el suelo con su recién estrenado zapato derecho sin imaginar lo que estaba ocurriendo dentro.
Todo hubiese sido perfecto esa noche, a no ser por el dedo gordo del pie que quedó atrapado en aquel calzado.
Furioso de saber que su amo lo encajonaría en un zapato extraño, había de antemano buscado la forma de zafarse.
— ¡No, yo no estaré toda la noche metido en un zapato nuevo!— dijo para sí.
Fue así como recurrió a una de sus artimañas. Poco antes de quedar enclaustrado, le silbó a una hormiguita colorá que iba pasando por allí.
— ¡Pst, hormiguita! —la llamó bajito— ¡Tenemos zapatos nuevos, ven métete aquí!
La hormiguita, ni corta ni perezosa aceptó la invitación y se metió en el zapato.
Una vez adentro, el dedo le hizo varias advertencias.
—Mira, esta vez dejaré que me pinches con el aguijón que tienes ahí. Pero será más tarde. Mi amo tiene que presentarse en la fiesta de su patrón, así que, aunque estoy que echo humo con él, pues botó los zapatos viejos y me metió en uno que por ser más joven se cree que es el último vaso de agua en el desierto, debo permitirle que llegue a la fiesta y salude a su jefe y le dé una bailadita a la mujer, porque si lo empezamos a molestar desde la casa, le aguaremos la fiesta y seguro usará eso de excusa para quedarse durmiendo y ya sabes...quien pagará las consecuencias de las reprimendas del jefe y los reclamos de la mujer, seré yo, cuando le dé un punta pies a la pared. Así que debemos llegar a la fiesta pero cuando el zapatito de pacotilla este empiece a creerse el mejor de la velada, ¡zas!, me das un mordisco, entonces mi jefecito no tendrá más remedio que quitarse el zapato, liberarme, darme un masajito, echarme agua y seguro se irá a la casa a descansar que falta que me hace, pues desde que se levantó esta mañana no ha parado ni por tres segundos.
Y así lo acordaron.
La hormiga, mientras tanto, estaba un poco molesta porque había planificado echar una siesta antes de la mordida, pero con el ritmo que llevaba Darío, no pudo pegar un ojo. Así se encontraba cuando el dedo de pronto gritó:
— ¡Ahora! ¡Muérdeme!— y la hormiga, aterrada por el grito inesperado, se incorporó y lo picó.
––¡Guácala— dijo la hormiga...uf, ¿qué estás comiendo últimamente? traes un sabor metálico que no me ha gustado nada...
–– ¡No digas estupideces! ¿Habrá sentido la picada mi amo ? Qué extraño, ya debería estar retorciendo el pie, pero él sigue llevando el ritmo como si nada. ¡Vuelve a picarme!
––¿Te has vuelto loco? Yo no vuelvo a meter mi aguijón dentro de tu piel asquerosa...No me has gustado nada, así que mira a ver lo que vas a hacer, yo buscaré cómo salir de aquí.
––¡No te vayas, hormiguita! Hicimos un pacto, no puedes zafarte así tan fácil.
–––Yo cumplí mi parte, pero no tengo la culpa de que tu jefecito no haya sentido nada…así que me voy. .. Aprovecharé la caja vacía de estos zapatos asquerosos, y la llenaré con yerba, tal vez al fin los Reyes Magos se dignen a traerme algún regalo este año.
––¡Ni se te ocurra usar esa caja, hormiga sinvergüenza! ¡Caray, estas hormigas!¡ por eso es que siempre terminan aplastadas por los pies de los hombres!
––¿Qué dijiste? ¿Por eso es que nos aplastan? ––preguntó furiosa.
––Sí, por eso mismo. Porque son unas creídas insoportables.
Entonces, la hormiga, indignada, regresó y picó una y otra vez al dedo gordo, quien le suplicaba que parase ya, que se estaba exagerando, que no era para tanto, que era una broma.
––Pues para que nos sigan pisoteando, como dices. ¡Aguanta, dedo apestoso!
Darío, que no había parado de llevar el ritmo con el pie, comenzó a sentir un intenso ardor en el dedo y empezó a retorcerlo dentro del zapato. El dedo gordo, ya estaba hinchado, sentía fuertes latidos en toda la piel y para colmo, aquel retorcimiento que hacía su jefecito, le provocaba más dolor.
–– ¡Maldita hormiga! Deja que te vuelva a encontrar en mi camino, ¡ay!, ¡ay! ¡Y como me entere de que los Reyes Magos te dejaron un regalo en la caja de mis zapatos, ya verás, mal nacida!
Fue así como el dedo gordo al fin quedó liberado del nuevo zapato...y la hormiga, a pesar de que se pasó toda la noche echando yerba en la caja, nunca imaginó que en su caso, no sería un pie humano el que terminaría aplastándola sino la patita del camello de Melchor, bueno, da lo mismo, el de Gaspar o Baltazar.
El dedo gordo al fin entendió que aunque no hay mejor cosa que un zapato viejo y cómodo, mejor era estornudar toda la noche por la alergia del olor a nuevo, y tolerar lo apretadito del zapato nuevo que su jefecito sin dudas se merecía regalar esa Navidad.
|