Todos los topos muertos. Hoy, mientras caminaba de vuelta a casa viéndose frustrada mi intención de expandirme en el agua de la piscina, pensé de nuevo en esta frase. No fue exactamente así como él la pronunció, lo que dijo fue –marineros muertos, topos muertos- *, no puedo evitar reírme cuando lo recuerdo a pesar de haberlo repetido en voz alta una y mil veces y os aseguro, que lo siento por los topos y los marineros a los que, sin saber por qué, desde entonces aprecio y respeto sobremanera. Una amiga me dijo una vez con el semblante más serio que contemplarse pueda, que cada vez que alguien enciende un cigarro con la ayuda de una vela, muere un marinero en alta mar. Al principio, sonreí al escuchar esa absurda idea pero ella no pestañeó por lo que entendí que alguien o algo se lo había demostrado. No corren tiempos de cuestionarse todo lo que los demás piensan. Desde entonces, cuando veo que alguna persona se acerca una llama al rostro grito como si el cuerpo de un marinero estuviese sentenciado a la pena capital y de mí dependiera su salvación. Ahora que vivo junto al mar siento esto más cierto. Al fin y al cabo, se trata de los elementos, agua, fuego… ¿aire? las gaviotas.
En cuanto a los topos, me ocurrió algo parecido. Nunca antes me había interesado este animal pero cuando en aquella pradera alemana, a la hora de los espíritus y las brujas, con cierta compañía de alcohol, él mató verbalmente a uno de ellos, algo en mí se sobrecogió. Casi vi la imagen del topo fallecido y pude sentir como un hilo cedía. Hace dos semanas, al cruzar la calle algo me llamó a mirar al pavimento de la carretera, allí un gato se refugiaba al amparo de un coche en un giro de pelo mientras un pequeño ser arrastraba su mínima figura agonizante. Me aproximé porque no concebía de qué animal podía tratarse, un ratón seguro que no pues su rabo era demasiado corto, casi extinto. Finalmente comprobé, con asombro, que ante mis ojos un topo moría a escasos días de su nacimiento. Topo muerto.
Hay imágenes, frases, ideas que nos taladran o con las que nos empeñamos en taladrarnos con un sentido de culpabilidad tan grande, que ni una religión puede concebirlo. El topo muerto visita mi memoria con relativa frecuencia.
Creemos lo que vemos, algo de lo que oímos, mucho de lo que leemos y no poco de lo que dicen. Ciertas prácticas, ciertos tabúes, cierto respeto se escapa a nuestra comprensión racional y es ahí donde entran otros factores más abstractos y menos tangibles.
Sea como fuere para mí los marineros y los topos son casi una especie en peligro de extinción, quizá el propio ser humano lo sea.
* Agradezco a Jan esta frase, que es una de las cuatro o cinco que conoce en español aparte de –chiquita, quiero una cerveza fría-.
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