Estuve, cerca como casi siempre lo consigo, a un solo paso de dar con vos, con ese encuentro prolongado y esquivo que de nuevo, se me fue de las manos. Cambiaron las posturas, medité mis errores, y de nuevo esperé pero no llegaste nunca, todavía. Tal parece que deba funcionar mejor a la inversa, te pedí me escucharas y escuché, te solicité me dijeras, y dije, pero cuando quise llegaras, sólo yo llegué y después de todo nos hemos quedado solos de nosotros mismos y solo me marcho de nuevo.
Esperé por alguna respuesta, no una inmediata, sino una interesada, sincera, acaso retardada que me dijera algo de ti, de vos, de nosotros si quieres verlo así, pero no contestaste. Nos hemos limitado a dejar que pasen las cosas, y en este arte de hacer a la espera nuestro testigo, nos (des)encontramos solos nuevamente sin nada que hacer.
Pudimos haber sido, pero otra cosa diferente nos pasó con la ausencia tuya, y ese cambio de estrategia no funcionó. Dimos vueltas en camas vacías buscando otras cosas nuevas, diferentes que nos hicieran sentir más dichosos, solo acaso por experimentar, pero no pudimos convencernos de que no estábamos solos, y tal vez, solo tal vez eso era lo que vos no sabías cómo encontrar, el modo de alejarte de algo que acaso nunca te satisfizo lo suficiente.
Estuve cerca, lo estuvimos, a un solo paso de encontrarnos nuevamente, pero fue el miedo, la pena o la incertidumbre quienes pudieron más que los dos, por más que tuviéramos de nuestro lado la oportunidad. Un pie nunca fue mucho, pero ahora es una eternidad insoslayable, estuvimos a un instante de decirlo, de pedirnos y darnos la ocasión de acaso volver a llorar, pero nos quedamos de nuevo solos, llorando por motivos diferentes, lastimándonos nosotros mismos para que no nos lastimasen otra vez, tan solo por no volver a errar.
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