Me sabe amarga la vida, corta y amarga como un tazón de café bien cargado. Intento ver por la ventana pero está cerrada, bien cerrada la desgraciada, alguien hasta le puso seguro, por fuera. Ni siquiera intenté abrirla por que no tenía ni la fuerza, ni el deseo y me habría puesto de peor humor. Sé que la vieja radio sonaba en la cocina, sin fuerza, apenas como el halo de voz de alguien que está muriendo y pensé entonces en sus ojos; esos ojos que me robaban la fuerza y la voluntad de vivir.
Sus ojos no tenían nada de especial, no eran de ningún color pero me doblegaban y me volvían vulnerable desde que los viera por primera vez y hasta el fin de mis días. Y no, no estaba enamorada de él, estaba trastornada, obsesionada, como una chiquilla de 15 años y me dolía estarlo por que siempre me jactaba de ser muy dura pero él, se apareció un día o fue una tarde, o una noche, no lo recuerdo y si lo recordara no lo diría y se estacionó en mis huesos, en mi piel y en lo amargo que suele ser el amor. No tenía la más mínima intención de sacarlo de allí, ya fuera por flojera o por simple necesidad; mi necesidad de él me hacía tan estúpida que he llegado a creer que me necesita, que me extraña y que, cursimente piensa en mí tanto como yo en él. Pero él no era todo mi pensamiento, casi todo, pero había otra cosa que me sacaba de mis casillas y era la guerra; por que nunca hay tiempos de paz en este siglo y en cada pueblo, se está librando una batalla.
En el mío, sin ir más lejos, se lucha contra el presidente que más parece su propio chofer, y no luchan todos por que muchos lo eligieron y pienso que si tuviera los ojos descoloridos como los de él, no me importaría que fuera un fascista de mierda escondido tras la facha de conservador. Y ello me lleva a pensar en la bolsa de valores y en cómo cotiza el dólar contra el peso mexicano, por que viniendo a razonar, aquí el dólar es más caro que en el resto de Latinoamérica y cuando asumió el presidentajo ese, empezó a bajar, y todo para qué, para que al final, al cambiar el año, se fuera aún más arriba de lo que ya estaba y pienso que el jodido precio del dólar me tiene sin cuidado por que existe él y por que dos pasajes al viejo mundo, bien se pueden comprar en pesos; carísimos pero al fin y al cabo en pesos. No, no soy una resentida social o tal vez sí; no, no estoy a favor de la pena de muerte, excepto de la de mi corazón que debiera ser menos vulnerable y olvidarse de esos ojos que lo hechizan. Pero si me pongo a razonar y a buscar en la tristeza que invade esta puta habitación cuando él no está, me digo que es mejor tenerlo a medias que no tener nada de él; si total, sin esos ojos descoloridos, soy una mujer a medias.
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