Subí a ese tren que algunos llaman locura, dejé que de pronto fuera mi única guía, mi único timón, mi verdad mas desnuda, subí y lentamente me fue llevando por esta melancolía, por estas vías paralelas, por este sinuoso camino que parece no tener salida. Subí a ese tren y ahora, asido a mis recuerdos mas profundos, a los que mas raíces han echado en mi conciencia, a los que mas dolor me ha causado parir, trato inútilmente de dar vuelta atrás, innecesario decir que lentamente me hundo sin parar, y sobre todo me hundo sin el mas mínimo de los remordimientos.
Mi mujer me recuerda tanto las noches de calma y sosiego, a cada paso que da, vuelve su rostro lleno de contento, no hay palabras, sólo risa, no hay palabras sólo alegría. Y en este mundo dentro de mi cabeza, en esta insana remembranza, en esta melancolía por aquellos pasos que di tiempo atrás, en esta misma Barceloneta en que ahora nos disponemos ante una paella negra y un tinto de no se cuantos Euros, cuando antes ni pensar en esta moneda.

…y entonces no sé ni en que momento, de súbito, así como así doy vuelta a la pagina y aparece ese rostro que con el mayor descaro me ofrece los labios, y me miro en esos ojos azules como el cielo, y me arropo en sus brazos y me abandono en su cuerpo, y no hay de por medio ningún restaurante de lujo, ni cartas con precios en Euros, y no hay tarjeta dorada, ni botella de marca, ni plato de ensalada, y hay entonces, de súbito, una cama y un cuarto sin baño, y una mochila tirada a mis pies, y hay una botella de cualquier vino, y una hogaza de pan y talvez, sólo talvez un buen pedazo de queso o de chorizo, pero si hay y de eso no tengo ni la mas mínima duda, un cuerpo desnudo y la mirada obscena de aquellos otros dos que en la penumbra se imaginan lo que esta pasando en esta vieja y maltrecha cama, y entonces sin mas se apresuran a no dejar pasar aquella oportunidad.