La nostalgia no radica necesariamente en el lugar, no necesariamente en la calle que pisaste antaño, ni en el bar que posiblemente se asoma a tu memoria, ni siquiera en las imágenes de la iglesia que por nada cambian de tiempo en tiempo. La nostalgia tampoco radica en la remembranza de un bocadillo de jamón serrano, o de una rebana de queso, o de algún pincho de pimiento, ni siquiera en el sabor de un tinto o en una caña de cerveza.

Entonces en dónde carajos radica la nostalgia: en el cielo, allí, en ese cielo que día a día miras tu y miro yo, en esas estrellas que pese al tiempo y a la distancia puedes voltear a ver y puedo voltear a ver, en esa luna que se asoma cachonda en mi tierra y en tu tierra, en esa luna que miras mientras haces el amor y en esa luna que se asoma mientras estoy cogiendo. Nostalgia pura.