Tengo 25 años. Me siento sola. Tengo miedo a salir a la calle, la gente me mira, no me gusta que lo hagan, es como un famoso, pero al revés.
Después de cada comida, antes de lavarme los dientes, cojo la radio de mi madre, pongo el volumen al cuatro y me miro en el espejo. No me gusta que me miren. Veo mi nariz, la examino y la limpio de puntos negros. Cojo las pinzas, y modifico la estructura de mis cejas. Me miro en el espejo, me rocojo el pelo con unas pizas. Abro el grifo del agua caliente y humedezco mi mano derecha. Penúltima mirada en el espejo.
Me arodillo y obligo a salir por mi garganta mi dolor, los abrazos que no me das, los besos que no me regalas, el amor que ya no tengo. Es como comer, pero al revés.
Cinco minutos después, me miro al espejo por última vez, tengo los ojos rojos, llorosos, y una herida en los nudillos. Me lavo los dientes, apago la radio, me pinto una sonrisa con carmín y tapo mis ojeras con maquillaje. Me voy a trabajar. Es como ser feliz, pero al revés. |