Hay mucho olor a nuevo en la atmósfera. El sol se ve rejuvenecido, el canto del gallo tiene acentos prístinos y las nubes huelen a perfume de bebés. Cuando cae la noche, deslizándose como el primer tul que nos ampara, todo el universo pareciera estar creándose en los amplios espacios cenitales.
Todo es primerizo, una vez más, al amparo de ese cronómetro que pusimos en cero para recomenzar nuestras rutinas. Pronto, todo se irá añejando, pero, no vale la pena apresurarse, puesto que, igual, las eras son inmutables ante nuestras pequeñeces...