Y bueno, uno tiene que escribir si desea ser famoso, sobre todo ahora en donde lo más importante es que salgas en los periódicos, en la televisión, en cualquier lado, con tal que la gente sepa que existe un tipo que ha escrito un libro, y ese libro lo ha leído un crítico, un escritor famoso y han jurado que es muy bueno y lo recomiendan... Pero, ya ha pasado más de la mitad de mi vida y aún no sucede esto. Tengo mas de dos mil cuentos, diez mil poemas, doce novelas, veinte ensayos, y todos terminados, corregidos, elogiados por amigos escritores, pero no famosos. Y aquí estoy, sentado frente a la máquina de escribir y nada, es decir, nadie habla de mi, a menos que sean los vecinos, familiares, amigos, etc.
Muchas veces me pregunto qué hacer. Si paro esta locura de escribir y me dedico a leer, o simplemente sigo adelante, siempre adelante sin saber nada, sin entender menos, pero escribir, escribir, como si fuera un disco rayado. Muchas veces he releído lo que escribo y es lindo, pero tan solo a mí me gusta. Debo de estar loco, o demasiado cuerdo quizá.
Muchas veces tengo deseos de suicidarme, de pegarme un pistolazo en la boca, pero antes debo dejar una nota en donde pido que la gente me publique. Hasta he escrito escenas en donde estoy agonizando. Es gracioso. Hoy, justo hoy leí que un autor conocido se mató junto a su esposa porque no encontraba sentido a sus vidas. Y este sujeto era un gran escritor, no tanto como yo, pero mas famoso y mas viejo. Soy el más grande escritor pero nadie lo cree. Tan solo yo me lo creo y esa rabia de no ser leído más que por cinco gatos me hace continuar escribiendo.
Hace unos días me compré un arma. La miré y ella me miró a mí. Me gusto, me excitó ver ese cañón, escuchar su explosión. Decidí acabar con el universo con tan solo ponerle punto final a mi historia. Pero no, aún no, aún no es mi momento... Habrá que encontrarle un sentido a mi muerte. Tengo que sentarme y escribir algo hermoso, algo que llegue al corazón, o al menos a sus alrededores. Eso del corazón me huele a Chifa, es decir, a una mezcla de verdad con mentira, a dulce con sal. Es gracioso, ahora que estoy por acabar con el universo, matándole a mí mismo, me siento en paz, me siento muy importante. Siento como si ojos desde todos lados del universo tuvieran puestas sus retinas en mi existencia. Debe de ser así pues ahora que he salido a la calle, el que menos me mira con respeto, con temor, como si fuera alguien muy importante. Debe de ser así. Soy tan importante que puedo acabar todo este texto, como ahora...
He vuelto a mirar a la noche y noto que está tratando de contarme una historia. Me dice que se trata de un baile de estrellas. Una de ella, mientras giraba como un trompo, se detuvo a observar en un punto del universo a otra estrella que jugaba con una imagen que ella misma emitía. Era gracioso, sin embargo, decidió acercarse hasta ella. Y cuando estuvo a su lado, notó que muchos como esa lucecilla giraban y huían como ratas frente a un gato. Se detuvo pero tan solo sintió el temblor de todos ellos. Trató de acercarse y fue peor. Tuvo que alejarse de su lado, y mientras eso hacía, vio que todas la lucecillas, se apagaban así como la colilla de un cigarro. La estrella continuó su camino y se alejó a continuar bailando con las otras estrellas. Sin embargo, a su paso, había dejado una estela dorada que inspiró a una de las lucecillas a acercarse y mirar hacia todas las estrellas…
Me ha gustado ese cuento, o historia. He vuelto a mi cuarto. He cogido el arma y me lo he puesto en la boca. He apretado el gatillo, pero he olvidado colocar las balas. He salido a la calle y he comprado cigarrillos, una revista, y mucho licor. Ya en mi casa, he llenado de balas el arma y me la he vuelto a colocarla en la boca. Esta vez no he disparado. He decido vivir, aunque aún no haya aprendido a hacerlo… ¿Existirá un maestro de la vida? Uno que sea como cualquiera pero que tenga una voz así como las estrellas…
San isidro, enero de 2007
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