Miro la magnifica afluencia de los ríos imperecederos
cuyo nacimiento y fin me son imposibles de comprender.
Navego así por los mares del pensamiento,
sin saber si me guío yo o me dejo llevar por el viento.
Abro los ojos y no sé si lo que veo es cierto,
como no puedo asegurar si mis recuerdos existieron.

Quizás en realidad no vivo y desaparezca en un momento,
y solo permanezca en la imaginación de un enigmático viajero
que en sus horas de ocio divagó sin aspavientos
y creó la vida de la que hoy reniego.

No comprendo la duración de su sueño,
ni sus pretensiones al pensar en mí,
solo espero que despierte y acabe luego
y con eso que este sueño llegue a su fin.

No me olvides en algún oscuro recoveco,
no dejes a esta imagen inconclusa navegar.
Si no me guías a algún puerto donde arribar
mejor llévame a la oscuridad del mar,
donde la profundidad me lleve al olvido
y derrumbes cada camino que construiste al azar,
con el objeto de llenar tu tiempo libre,
como aquel niño que desecha el papel en el que acaba de dibujar.

Por favor recuerda que alguna vez me imaginaste,
que en algún rincón de tu cerebro debo estar,
que las serpientes y arañas se alimentan de mi cuerpo,
pues tus anhelos iban más lejos de lo que te pude dar.

¡Despierta de una vez y clama mi nombre!
¡Termina de una vez el libro que hace años
te aburriste de crear!
¿Acaso no entiendes que desde la primera letra en que pensaste
sellaste a sangre fría mi destino fatal?
Porque sabías que me crearías para dejarme atrás.
Que los segundos se me hacen infinitos al esperar
si algún día te dignarás en recordar
que me dejaste sin rumbo en el mar
en un bote sin remos y sin saber nadar.