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Inicio / Cuenteros Locales / Pascal13 / Algo más que una GEISHA

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03.00 AM, salgo del departamento de mi amiga Paulina, ella insiste en que me quede, pero soy porfiada y quiero irme, total camino un par de cuadras y cojo un taxi. El barrio es residencial, poca gente, me siento segura, no tengo miedos.

A un par de cuadras, con mí ligero caminar y mis manos en los bolsillos, siento una mirada penetrante, busco aquellos ojos y respondo a ellos sin dudar.

Una mujer demasiado alta y delgada disfrazada de geisha es la dueña de esas pupilas rutilantes rodeadas de un iris color miel, su rostro está empolvado de blanco en forma caricaturesca; luego me sonríe. La mujer no está sola, de su mano lleva a una niña de unos cinco años de edad, pero es más baja que los niños de esa edad, quizá no es tan baja, sino que la señora es muy espigada. La chica es feita, tan pálida como la mujer, la diferencia es que no lleva el maquillaje japonés ¡ojerosa la mocosa!, su pelo es tan negro como el betún de los zapatos escolares y tan lacio como muchas lo deseamos; viste una camiseta blanca de mangas cortas debajo de un jumper azul marino, los pies nunca se los veo.

La señora geisha, usando una suave voz, me llama por mi nombre ¡Pascal!, ¡Pascal!, miro alrededor, aunque es lógico que se trata de mí. Me insiste me llama con su mano. Me acerco lentamente y me dice:
- Hola
- Ho, o , o , la…., respondo insegura
- A esta hora y por estos rumbos, se que vives lejos de acá
- A a a sí, de a poco tomo fuerzas, ¿y cómo sabe usted?
- Se están dando las oportunidades
- ¿De qué?
- Se están dando las cosas
- Pero ¿De qué?

En el rato transcurrido me da la impresión que la niña ve a través de mí, es decir como que yo no estuviera ahí, su vista me traspasa, su vista está ida. ¡Qué niña tan extraña!, pienso ¡Y que madre!, si es que es la madre…
-¿Quién es usted, cuál es su nombre?, se me ocurre preguntar, no fuera que la conociera y estaba pecando de descortés.
-Bueno Pascal, es hora que me conozcas soy algo más que una geisha…soy la Señora Muerte, y ésta es mi hija: la muerte chica
-Pensé esa cabra chica es un orgasmo, porque así le llaman los franceses al orgasmo: L’e petit morte
Ella un día tomará mi lugar, continuó la Señora Muerte. Por ahora sólo los que van a morir la pueden ver, aunque ella no puede responder a las miradas.

Y ahí recién caí…chuta, soné..me moriré pronto. Mi corazón se aceleró y a mi mente vino mi vida completa a velocidad de la luz, también los rostros de las personas que amo, de mi familia y amigos. No puede ser. Algo se me tiene que ocurrir para zafarme de este nuevo y gran inconveniente.

- Cuando la señora terminaba sus palabras acomodó su kimono para sentarse, pero no era un asiento cualquiera, era el marco de una ventana de un edificio en ruinas, y estaba en el quinto piso, dónde voló sin soltar a la muerte chica de la mano.
- Mi padre me ha pedido con urgencia el alma de una mujer, me gritó desde arriba.

- ¿Quién es tu padre?, pregunté con la esperanza que me dijera Dios, el señor, el bueno, el omnipotente el ..etcétera, y terminar así el episodio con ángeles y hadas cantando música celestial. Sin embargo, ella respondió casi con orgullo.

- Satanás

De sólo oír el nombre me desesperé, pensé que me iría directo al infierno, a pesar de no haber sido malvada, excepto claro, en aquella ocasión que vendía cosméticos y le envié a Cintia, una tontita que quería levantarme un pololo, una base de maquillaje con aceite para autos. Aún le molestan los furúnculos que le salieron.

Además, vino a mi mente una gran tristeza al pensar que ya no vería a mis seres queridos muertos, los que aseguraba mi corazón estaban en el cielo.

Y cómo sería ese infierno, prefería no imaginar.
Entonces se me ocurrió algo, así como la geisha satánica voló, yo me dije: ¡también puedo hacerlo! Y sentí mi cuerpo liviano como pluma y despegué, era emocionante mirar el barrio desde la altura.
Entonces volé hasta mirar a la geisha directo a los ojos con desafío, mientras mis pies no tocaban suelo alguno, y le grité.

-¡No me interesan ni tú, ni tu padre! ¡Tú, mujer limitada, dominada por hombres insanos, bien te queda ese disfraz, que más que revelar una cultura oriental, demuestra el sometimiento, la obediencia y el abuso del sexo masculino sobre el femenino, y yo como buena feminista no lo toleraré!

A la vez que la agitaba tomándola fuertemente de sus hombros, cada vez era mayor mi rabia y cada vez mayor mis zamarreos, hasta que la forcé a soltar la mano de la mocosa fea, la que volteó a ver a su madre que caía lentamente hasta el primer piso.

Cuando la geisha aterrizó puso tal cara de terror que me asustó, realmente, casi me sentí culpable. Era increíble lo que había logrado…!Había matado a la misma muerte!

No quise mirar a la muerte chica, total ni me veía…además me podría sentir culpable otra vez, así que me fui caminando ligero. Pero tal fue mi sorpresa cuando a media cuadra volteé y visualicé a la niña fea aplaudiendo y riéndose a carcajadas, mientras saltaba sin cesar, luego apareció un hombre cincuentón vestido de negro con el cabello y barba tan oscuros como el de la muerte chica, la cogió de la mano y caminaron en sentido contrario al mío ¡por suerte!

Pasarían años hasta que la muerte chica se convirtiera en señora muerte y viniera por mí. Tenía tiempo para volverme a enamorar, casarme, tener hijos, plantar árboles y escribir más de un cuento.


Texto agregado el 04-01-2007, y leído por 95 visitantes. (1 voto)


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