Puede ser y no me atrevo apostarlo a que realmente sepas las razones que he tenido para hacerlo; lo que si puede asegurarte es que me he mentido a mi misma igual. Pensarás que dude de ti, que ya no confío en tus consejos y que te oculto ciertas cosas, pues verás lastimosamente es así. No es lo mismo que antes, donde jamás pasaría por mi mente, creerte capaz de defraudarme, capaz de traicionarme o de tomar algo que he declarado como mío, sin que accediera a compartirlo contigo. Ya no es así. Dudo, y esa duda endurece mi alma y la antigua confidencia que te profesaba. ¿Por qué? Porque hay algo en la historia que no acabo de comprender, un tornillo suelto, una pieza que no encaja o como quieras llamarlo, lo hay y también sabes cual es, y si en determinado momento asumí como ciertas tus palabras es por la sencilla razón, de no desgastarme en una discusión que a pesar de tener fundamento no conducirá a nada, he perdido suficiente con todo esto, como para perder aún más. El tiempo me ha enseñado a escoger mis batallas y ésta termina aquí, sin la certidumbre del dolo en tus mentiras pero con la plena convicción que eso fueron ¡mentiras!. Las razones tuyas las he imaginado cientos de veces, y aunque algunas parecen valederas, te has equivocado en el receptor al elegirlas, con esa sinceridad que muchas veces profesabas esgrimir, yo te digo sin tapujos que la mentira que me diste para tranquilizar mi ser, fue peor que la enfermedad, y mató gran parte del sentimiento que te endilgaba, no dudo de las buenas intenciones, como tampoco dudo de la lealtad que a marcado nuestra amistad; pero olvidas que te he visto mentir, que conozco tus gesto y hasta tus ademanes de culpabilidad. Para mí, no hay duda. Aún cuando espero que algo extraordinario suceda y refuerce tus verdades, refutando rotundamente mi opinión.
¿Dime acaso esto, llegará a ocurrir?, pues la verdad, mientras tu defensa sea el hacerme sentir culpable con dudar, o mientras te ocultes tras el enojo de la dignidad, de ti nada vendrá, y como he decidido continuar caminado y no indagar más en el asunto, no creo que suceda, por lo tanto, confiando en que mintieras por razones altruistas o en determinado momento mezquinas, yo te perdono.
Pero seguirá siendo lamentable, esto que mi perspicacia se enfrente con tu audacia, como lamentable es que las dos sean tan evidentes, y que sigas pensando que triunfaste en tu empresa, porque sin lugar a dudas yo conseguí lo que quería y tú no conseguiste que te creyera. -De lo contrario no habría nada que perdonar.- |