Al levantarme una sonora tos fue lo primero que pude apreciar. La tos era mía, bueno salió de mi pero yo la considero extraña a mi ser, es mas bien una compañera de existencia. Miles de sentimientos contrarios al motivo, para mi claro, de esa tos recorrieron los intrincados vericuetos de mi mente, pero duraron un microsegundo, enseguida fueron sustituidos por una necesidad imperiosa de acabar con ella y entonces me incorpore y desde la cama alargue la mano y cogí el paquete de tabaco, después el mechero, encendí aun soñoliento el cigarrillo y volví a tumbarme. Di una primera calada que me llevo a un mundo feliz. Esta calada la di aun echando mi tronco hacia atrás y aun antes de llegar a posar mi espalda en la cama un nauseabundo sabor recorría mi garganta y ese mundo feliz desapareció sumiéndome otra vez en un sin fin de reproches contra este habito. Termine el cigarrillo y de nuevo la tos asalto mi existencia haciendo que diera brincos en la cama. Esa tos no era presagio de nada bueno pero mi mano ya estaba camino del paquete de tabaco de nuevo, estaba en busca de ese momento de felicidad que me llevaría al mundo feliz aunque este solo duraría lo que dura esa primera calada.