Estaba un día sentado en el jardín del hospital, pensando en la existencia del diablo.
Me dije:
“Si el diablo es tan diablo, debería aparecer ahora y dedicarme un deseo a cambio de mi alma…”
Pensaba aquello, cuando sentí una punzada en el brazo izquierdo. Un mosquito me chupaba la sangre, tranquilo. Quise aplastarlo con la palma de mi mano derecha.
-¡Detente!- me gritó.
Me detuve.
No me asombró el hecho de que un mosquito hablara, sino haberle hecho caso sin rechistar… me dominó a la primera.
- Soy el diablo- dijo- pide un deseo a cambio de tu alma.
Creí que era broma, pero los ojos del mosquito me miraban con impaciencia. Comprendí que la situación era seria, que debía decidirme.
-Bueno, estimado mosquito – comencé a decirle…
-¡Déjate de mamadas!- me interrumpió.
- Disculpa, sé que eres el diablo… y sé que anhelo ser como tú, si, quiero conocer el mal con tus ojos y sentir la perversión absoluta con tu cuerpo, sólo por un día, con tus poderes de diablo.
El mosquito se limpiaba la cabeza con las patitas mientras analizaba la situación.
- Bueno, el deseo será cumplido a cambio de tu alma. Si te mueres antes del ocaso nos vamos juntos al infierno y si no, la libraste- me dijo de una.
En un abrir y cerrar de ojos me convirtió en diablo, mejor dicho, en mosquito. Mala idea, pensé en ese momento, ¿por qué no se me ocurrió preguntarle por su forma original?
Ser un mosquito no es fácil.
El mundo se ve diferente, en cuadrados y enorme. La sed de sangre es insaciable; sólo podía pensar en eso, en chupar sangre. Chingaos, no sé cómo le hace el diablo para aterrorizar a las almas buenas y darle alegría a los podridos, porque con esta sed sólo podía pensar en la próxima víctima, así que volé a buscarla.
Un niño jugaba en la calle. Logré aterrizar de mala manera en su brazo, zumbando como estúpido. Luego piqué y chupé… ¡Ricooooo!
Asustado pude esquivar a tiempo el manotazo de la madre del chamaco.
Pensé que con eso el problema de la sed quedaba arreglado y podría dedicarme a descubrir las delicias de ser diablo. No, la sed era insoportable…
Acepté la maldad del diablo: un gusto a cambio de otro.
También me resigné a chupar sangre.
Poco a poco le fui encontrando la maña al asunto y descubrí que la sangre de los débiles es más sabrosa que la de los fuertes. Aprendí a burlar los manotazos sin asustarme, por inercia, como los boxeadores. Para mi sorpresa tuve que reconocer que la vida de un mosquito no es tan sosa como muchos creen, aunque yo quería ser diablo. Pinche diablo, me la aplicó tranquilo, el muy hijo de su chingada madre.
Sobreviví el día y salvé mi alma.
Cuando el diablo me transformó en el yo que escribe esto, me sentí feliz, pero sólo al principio, porque mi vida ¡Si!, mi vida es aburrida…
Desde entonces me la paso evocando al diablo para que me haga mosquito, pero nada.
Los mosquitos se burlan de mi cuando les cuento que fui uno de ellos. No les importa, hacen como que me escuchan; lo único que desean es chuparme la sangre.
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