Tu me buscas, me llamas, me encuentras, me dejas.. así comienza el mundo a girar.
Tu ausencia, mi ahogo, mi desesperación.. extiendo mis manos en tu búsqueda, y te llamo, te encuentro, te dejo.
La lejanía enfría el corazón, esconde los deseos en su núcleo, los disfraza, los oculta... es egoísta.
Sin buscarnos nos hallamos, tu en tu esquina, yo en la mía. Miradas que se encuentran, corazones que se agitan, nuestras manos enlazadas con las de otros, imaginan el contacto de esa mano conocida, de esa mano añorada, ocultamente ansiada.
El encuentro inevitable, nuestros ojos se confiesan, no me olvidaste, yo tampoco... no lo haré... eso dicen. En tus brazos me ahogo nuevamente, la culpa nos ahoga pues ya no son nuestras vidas las que están en juego, otros corazones se involucran, otras almas sufren, desconocen nuestro amor...
Y nos llamamos, nos encontramos, nos dejamos. La brisa nos separa esta vez, nos aleja suavemente, sin heridas, sin dolores.
Tu me buscas, me llamas, me encuentras.
¿Qué estamos haciendo?, dices amarme, dices extrañarme... ¿es eso cierto?, ¿no será la memoria, caprichosa, que nos juega una mala pasada?, ¿no será el suave aroma, los dulces besos, que activan los recuerdos?. Hay dudas, muchas dudas, pero mientras éstas no se resuelven, la corriente nos lleva y nos ahogamos nuevamente en ella, intentando en vano vivir del pasado.
Me dejas.
El destino es juguetón, le gusta probar a los humanos, poniendo barreras en su camino, y trampas por donde pisan. Nosotros, inocentes, caemos.
Así tu me buscas, me llamas, me encuentras, me dejas... y el mundo sigue girando.