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Toñito el Elfo, o la dimensión
de un hombre verdadero.


El enano del circo continuó bebiendo sin parar durante el resto de la tarde. Minutos antes de la segunda función de las seis p.m. el pequeño gnomo ya andaba bien entrado en aguardiente.
A pesar de las constantes advertencias y llamados de atención del propietario del espectáculo, Toñito persistió en su conducta dipsómana, firme e irrevocable en su aspiración de elevarse por encima de todos, hasta alcanzar la dimensión de un hombre verdadero.
A las siete de la noche, cuando el maestro de ceremonias anunció con voz estentórea el show de los trapecistas; Toñito saltó de su escondite y cual ágil chimpancé ascendió por el mástil principal de la carpa hasta alcanzar la punta del madero.
Desde la cumbre de su territorio recién conquistado empezó a gritar con voz de gigante:
----¡Soy el más grande, soy más grande que ustedes pendejos! ¡Que todos ustedes cabrones! ---gruñó el enano, señalando con su pequeño dedo índice a todo el respetable y escupiendo aguardiente a discreción----. Además puedo volar ----dijo, extendiendo los brazos como alas y apretando piernas y pies contra el mástil.
Al principio la concurrencia atónita no supo como interpretar semejante afrenta. Unos segundos después, pasado el estupor; toda la carpa estalló en una sonora carcajada. Algunos niños nerviosos y confundidos empezaron a llorar desconsolados.
Encolerizado por la supuesta burla del auditorio, Toñito intentó atrapar una cuerda del trapecio principal ---quien sabe con que propósito, quizá con el de volar realmente---- Pero el exceso de alcohol lo traicionó. Su pie resbaló y consecuentemente su pequeño cuerpo lo siguió cayendo al vacío, estrellándose mortalmente contra el suelo.

-----¡AHHH! ----el gritó fue general y angustioso. Algunos espectadores todavía dudaban si todo aquel disparate era parte del show del enano. Los niños dejaron de llorar y empezaron a reír nerviosamente.
-----¡TOÑITO! –gritó angustiado el maestro de ceremonias corriendo de inmediato a socorrer a la victima que yacía inerte sobre el piso. El maestro se volcó sobre el pequeño cuerpo ensangrentado tratando de revivirlo sin ningún éxito evidente.
---NOOO, NOO, TOÑITO ----sollozaba el hombre. Su llanto desgarrador se escuchaba amplificado por los altavoces. El micrófono aun permanecía encendido entre sus manos.
---Eras el mas grande, ----fue lo último que logró escucharse por los parlantes. Para entonces el propietario le había hecho una señal al técnico del audio para que desconectara el portavoz.
Alguien del público empezó a corear ----TOÑITOOO, TOÑITOO, TOÑITO.

La carpa se nutrió de canto.

Texto agregado el 02-01-2007, y leído por 234 visitantes. (1 voto)


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