Genocidio II
“Antes de que comiences a hablar, deja que mi cigarrillo deje de respirar”
Ahora sé que sabes del accidente mental que ha cobrado la vida de varios de mis estereotipos, sé que vienes en esta noche de luna llena a intentar salvar lo que queda de ellos con palabras huecas y que están dichas a destiempo, pero quizá no sabes que con eso lo único que consigues es hacerle mas daño a mi corazón, que lamenta no haber tenido las palabras correctas para hacer que me amaras y te quedaras conmigo aquel día.
Es cierto lo que se rumora y que ahora sabes, hace ya un mes que enterré a mi cuentero de la noche en una de las bóvedas del cementerio abandonado de San Lorenzo, en un lugar sin lápida y con mucha tierra para arrojar encima; el cadáver del deportista no sobrevivió a tan agotador impacto social, y, no pudimos recoger de él mas que un puño de cenizas inutilizables que arroje a la fuente de agua congelada donde nos sentábamos a compartir algunos ratos libres después de clases; El músico, es la más triste de las consecuencias dejadas por la hecatombe, postrado en un hospital, en estado de coma, espera reaccionar algún día al suceso que arruinó su vida.
¿¿ Y que intentas hacer ahora??
Gritas en silencio mientras un oscuro pensamiento penetra en tu mente, queriéndote librar de las culpas, pero sabes que no es así de fácil ahora, que esta vez a pesar de que no se te ha demostrado lo contrario, eres culpable. Insinúas que era la vida que algún día querías tener en tus manos de terciopelo y me tratas de convencer de que ellos aún viven en lo mas profundo de mi corazón.
Y ahora ya no siento miedo, El dolor no se refleja en mi rostro, mis palabras son como fuego que queman los oídos de quienes intentan escuchar mi conciencia; mis besos son como hielo que reseca tus labios al igual que se marchitan las flores al entrar el invierno; mis manos tienen grandes grietas como cavernas inexploradas por arqueólogos, que cuentan historias de otras épocas y otros amores; mis ojos son de un negro azabache inimitable por las sombras de la noche.
“¿¿El cielo se siente tan lejos??”
He permanecido sentado en medio de un mar de gente que me pide que cuente milenarias historias de héroes y dragones, pero que no entienden que ya no hay sosiego en mi conciencia, ni sentimientos de hipocresía para hacerlos sentir bien.
Ahora aquí, en la sala de espera de este cuento, estamos sentados vos y yo, intentas comprender algo dicho entre líneas, que no esta muy claro, no diré que el accidente fue del todo culpa tuya, pero quizá no hubiésemos caído al abismo si no nos hubieras empujado. Y digo hubiésemos simplemente porque allí caímos, yo y todos mis demonios, todas aquellas virtudes y defectos que no me permitían dormir y que me producían ese desesperante y reconfortante insomnio que me hacia amarte en vela; mientras que tu, ingenua, te rascabas la cabeza.
Así que empieza a hablar ahora
Yo, mientras tanto, voy guardando mis sentimientos (los que me quedan)en esta bolsa de panadería para regalárselos a algún hambriento mendigo de la calle que quiera comérselos con saliva espesa y caliente.
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