Hace un tiempo cuando supe que tenía que enfrentar ese mal llamado cáncer, fue como si el universo entero aplastara todo mi cuerpo y mi espíritu, y fue en ese momento que supe que la vida es como la sepuma del mar que flota sobre la superficie del agua cuando el viento sopla se desvanece, como si nunca hubiese existido. Así sentí mi vida arrebatada por el soplo de la muerte y supe que la realidad de la vida es la vida misma. Miré en torno a mí, pero no pude ver más que mi propio sufrimiento que estaba a mi lado, mientras los fantasmas de las tinieblas subían y se abatían a mi alrededor como buitres voraces.
Sumida en la soledad más profunda de mi ser, mi alma empezó a errar por los espacios infinitos en que el universo parecía como un sueño y mi cuerpo como una paqueña y angosta prisión. supe que lo que me esperaba por transitar era un largo camino pavimentado con piedras de aristas cortantes y alfombrado de asbrojos y espinas, camino que tenía que recorrer y llegar al final de él.
Pero éste difícil recorrido no lo hice sola allí junto a mí estuvieron todos quienes con su amor y solidaridad,me ayudaron a iluminar el camino cual antorcha que emergió de todos esos corazones, en aquéllos momentos en que el dolor desgarraba mi corazón y mi cuerpo.Fue en esos momentos de profunda angustia que también supe de la grandeza e infinita bondad del ser humano.
Hoy siento que la larga noche ha quedado atrás, que la aurora me señala un nuevo día, que la vida me da una segunda oportunidad, quiero estrechar fraternalmente a cada uno de esos amorosos corazones y expresarles mi profundo agradecimiento, por estar a mi lado cuando más los necesité.
Gracias a la vida por ayudarme a convertir el dolor en alegría y la esperanza en felisidad.