A veces miro a mi alrededor, y lo veo tan lleno de gente, de amor, de cariño, de dulzura.
Miro, a mi alrededor, con los ojos vendados sin querer destapármelos.
Miro, a mi alrededor, con los ojos vendados, sin querer ver lo que es de verdad.
Un golpe, me caigo, la venda se desprende de mi rostro.
Ya no hay nadie. Todo está tan vacío como lo estaba mi corazón. Todo el mundo te da la mano, pidiéndote algo a cambio.
Todo el mundo pide favores a cambio de nada.
Luego, cuando te den la mano sin pedir nada a cambio, lo hacen a disgusto, a compromiso.
Te das cuenta de que a tu alrededor sólo hay falsedad, que nada merece la pena, que nadie merece la pena...
Y es más bonito, cerrar los ojos, y vivir una mentira.
Nadie te mira, si tú no les miras primero a los ojos.
Nadie te habla, nadie te apoya, nadie te levanta, nadie...
Simplemente, nadie.
Y sientes que vuelves a estar sola en este mundo, que refugiarte en tu edén de sangre, quizás era lo mejor...¿O alguien sensato lo negó?
Alzas la mano. Levantas a las personas. Y vuelves a casa con los pies manchados de sangre y ginebra, escociendo, con una lágrima que cae, con un acoso psíquico constante.
Piensas...¿Para qué pensar?
No vale de nada. Si no miras a las personas ellas no te miran.
Y sólo he encontrado personas, que hasta de mi sangre, traicionan y matan.
¿En quién debo confiar pues?
Desde luego , se que en ti, puedo.
Pájaro y ala. |