El hombre milagroso
No sé si era un milagro, sólo sabía que un hombre de túnica como naranjas de Madrás, me invito a sentarme a su lado. Primero temí no saber como dirigirme a él, supuestamente él sabía que yo lo sabía. Me intimidaba su presencia enigmática y el no poder entablar una simple conversación. En ese entonces mi inglés era muy precario. Me asaltaron una serie de dudas. Si hice bien en viajar cientos de miles de kilómetros para estar donde estaba. Aunque me tranquilizaba la sensación de conocerlo de algún lado. Me sorprendió que se sonriera mirándome a la frente, a mi ojo de cíclope curioso y tremendamente irreverente.
Luego de que la gente cantara y batiera las manos, él hizo un gesto con su mano y todos se calmaron. No pude quedarme callada e inquirí: ‘¿Qué clase de milagros haces?’ No hago milagros, contestó. ‘¿Entonces, a qué viene toda esta muchedumbre? Nadie de los que están aquí vienen por mí, te lo aseguro, sino a confirmar un camino trazado de antaño. Todos me conocen, la mayoría fuimos amigos antes, de antes, de todo…
Regresé al hotel tratando de entender sus palabras. Me acordé de algo que dejé en mi maleta y me puse a mirar los folletines de turismo.
Una semana o dos estuve esperando que se confirmara algún milagro digno de contar a mis amigos. No paso nada. La tercera decidí regresar a mi país desilusionada y sin fantásticas experiencias. Bueno, me dije a mí misma, ya que estoy aquí llevare algún obsequio del aeropuerto. Cuando quise pagar, no tenía en ese momento mi billete en la mano. Casi como si algo se hubiera roto, mi expectación me cubrió de un calor amargo.
Luego, cuando descendí del aeroplano, me informaron que debía de abrir las valijas para ser revisadas por personal de seguridad. Una breve turbación confirmaba mi ahogo final, estaba envuelta en un vahído de nada.
Me llamaron aparte para preguntarme, de dónde procedían esas maravillosas vasijas de cristal. Es obvio imaginar que el billete había aparecido envuelto como un minúsculo pergamino. Sin sorprenderme demasiado, revise el fondo de la base de una de ellas que tenía escrito: ¡Feliz cumpleaños! 23 de Noviembre de…y el año estaba muy borroso, pero parecía ser el año en que naciera Sathya Sai Baba y mi fecha de nacimiento.
Claro, pensé ¡él sabia que yo lo sabía! Era de antes, de antes de todo...
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