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ESE RECONDITO DESEO
Melissa había dicho que no y los labios habían formado una “o” perfecta al pronunciar la palabra. Ese “no” era un “sí”. Pero yo no lo sabía.
La había invitado a ir al cine, sin éxito. Me despedí con el sabor amargo que dejan las batallas perdidas.
Me había dirigido cabizbajo al auto pero antes de tocar la portezuela escuché una carcajada a mis espaldas y la voz sensual:
-¡Qué fácil te das por vencido! ¿A qué hora estaremos de vuelta si nos vamos ahora?
Tartamudeé una respuesta y antes que tuviera tiempo de pensar en nada, ya estaba sentada a mi lado, hablando de las películas que a ella le gustaban: las de terror. Yo temblaba de emoción; mis pies erraron varias veces el embrague y el freno.
De la película no recuerdo nada. Me pasé mirándola en la penumbra. Su perfil era perfecto y su pelo alborotado muy sexy.
Intenté tomarle la mano pero la apartó y unió ambas en el regazo, como si temiera que la una sin la otra se sintieran solas.
En un determinado momento se estremeció. Fue cuando la música suave y leve pasó a terrorífica y estrepitosa. Aproveché para acariciarle la mano, que era suave y cálida. Contento con esa pequeña victoria le pasé un brazo alrededor del hombro. Se removió inquieta. Dirigí la mano hacia uno de los senos, pero fue interceptada con suavidad. No me di por vencido, al tercer intento, quizás cansada ante mi perseverancia, la dejó ahí.
Ese contacto me excitaba y me dejaba eufórico. No quería que terminara la película, nunca había estado tan cerca de la mujer que me quitó el sueño desde que la conocí.
El corazón latía lento y el seno se volvía cada vez más duro con las caricias de mis dedos.
Parecía atenta a lo que ocurría en la película. Estábamos sentados en la última fila y cuando la oscuridad fue absoluta aproveché para robarle un beso.
No abrió los labios pero mi lengua fue un estilete que no admitía negativas.
Le desprendí un botoncito de la blusa y le acaricié los pechos. Se estremeció como una hoja agitada por un vendaval.
Cuando terminó la película la invité a tomar una copa en mi departamento. Tuve que insistir para que aceptara. El argumento que la convenció fue la lectura de los poemas que había escrito para ella.
Yo pensé que después de lo que había pasado podría besarla cuando quisiera pero no fue así. Me esquivaba el rostro las veces que lo intentaba y tomaba distancia con una actitud lejana.
Los poemas los había escrito años atrás inspirado por una bella vecina que en ese tiempo me había entusiasmado. Melissa me miró con ternura mientras leía las poesías después dijo que eran versos bellísimos.
-¿Cómo sabes que soy Melissa?-preguntó inesperadamente.
Quedé descolocado, la verdad que no la distinguía de Amanda, su hermana gemela, eran dos gotas de agua.
-Fácil, tienes los ojos más grandes y brillantes que ella- era una mentira pero dio resultado.
-Me miró con los labios entreabiertos a unos centímetros de mi cara y no desaproveché la oportunidad.
La besé con pasión, le saqué la blusa y el corpiño, mordí los senos pequeños y en segundos su piel se volvió un volcán ardiente. No tuvimos tiempo de llegar al dormitorio, nos abrazamos ferozmente sobre el sofá y los poemas desparramados. Nuestras bocas se juntaron y unieron en besos donde las lenguas iban hasta la garganta libando la saliva y enredándose.
Se convirtió en una serpiente sobre mi cuerpo, se contorsionó con espasmos acompañados de gemidos que fueron en aumento hasta que terminaron en un tremendo suspiro, su desparpajo y naturalidad después de tanta frialdad, obraron en mí como un potente afrodisíaco y exploté en ella lleno de sudor antes que se dejara caer exhausta sobre mí.
Una vez que nuestros corazones recobraran su ritmo normal me sorprendió con el pedido:
-No comentes nada de lo nuestro en casa
Vivía con su madre y hermana
-¿Por qué?
-Es por Amanda.
-¿Qué pasa con ella?
-Está enamorada de ti. Me lo dijo.
Quedé en silencio sin saber qué contestar.
-Pero sólo será por unos días, sé que le pasará. Déjame a mí ¿sí?
Lo dijo con un tono tan amoroso que acepté.
No fui el primero en su vida, pero no quise romper la magia del momento preguntando cosas.
La llevé al dormitorio en brazos. Con lentitud le saqué la pollera que se había quedado sobre su cintura y la vi por primera vez desnuda. Era delgada con caderas pequeñas y un lunar ovalado en la ingle.
Adoptó una pose parecida a la maja desnuda. Sonrió con picardía, movió el dedo índice y dijo:
-Ven aquí.
No me hice rogar. Entre mordiscos y besos me desnudó despacio. La camisa la fue abriendo con parsimonia, cada botón desprendido equivalía a un beso en la boca con los ojos abiertos, no recordaba a ninguna mujer que lo hubiera hecho así, me electrizaron sus ojos miel, yo no podía esperar, pero ella me obligó con un gesto a hacerlo. Ya desnudos los dos, fue quemarnos de nuevo en el mismo fuego.
Regresamos a su casa pasada la medianoche. Su madre ya se había acostado.
Amanda y Melissa estudiaban en la facultad de Arte por la mañana y trabajaban en una boutique por las tardes.
Miré a Amanda con otros ojos. Busqué algunas diferencias entre ellas. Los labios eran gordezuelos iguales a los de Melissa. No las distinguía si usaban el mismo peinado. Quizás Amanda fuese más robusta.
Al verlas juntas me pregunté como sería estar con ambas en la cama.
Ese pensamiento tuvo varios efectos, el más notorio y embarazoso se manifestó debajo de mi cintura.
Tomamos el café que había ofrecido Amanda. Ella me miraba en silencio. La hermana parecía sonreír ante la evocación de quién sabe qué recuerdos.
Al fin me despedí de ambas con un educado “buenas noches”.
Al día siguiente Melissa quiso verme en el departamento por la tarde, también dijo que me extrañaba mucho.
Al cerrar la puerta nos devoramos a besos mientras ambos nos sacábamos la ropa. Apenas pudimos separarnos antes de la medianoche. Ambos habíamos querido apagar un fuego que no podía extinguirse.
La llevé a la casa. Pidió que la dejara en la puerta de calle, yo deseaba entrar para ver a su hermana, no sé por qué.
Días después sonó el teléfono.
-Amor, no podré estar contigo esta noche como quedamos el lunes.
-¿Por qué no?
-La tía Marta. Se puso mal de nuevo. Mi madre quiere que la acompañe, no pude negarme. Pero no te pongas mal, cariño, te lo compensaré el viernes, sí?
Me resigné a pasar la noche solo, pero a las cuatro de la tarde llamó.
-Pásame a buscar a las cinco; te estaré esperando en la esquina. Mi hermana irá con mamá.
Todo el malhumor se evaporó como por encanto.
Cuando me vio alzó la mano a modo de saludo.
Caminamos en silencio, la noté nerviosa. Le toqué el brazo y sentí el escalofrío.
-¿Qué te pasa?
-Nada, discutí con un cliente y también me preocupa mi tía.
Llegamos al departamento. La abracé y besé. Su corazón estaba desbocado y respondió con pasión a los besos.
Cuando nos desnudamos la sentí temblar.
-Amor ¿tienes frío?
-No, estoy algo resfriada.
Besé cada centímetro de su cuerpo. Ella se iba en suspiros. Después del primer vuelo, la sentí más tranquila. Terminábamos de amarnos y comenzábamos de nuevo, como si el camino que recorríamos tenía un final que coincidía con el comienzo de otro y otro. Hubo algo que me sorprendiò en ella pero no recordaba qué.
Cuando nos vestimos dijo:
-Esta noche iré en taxi a casa. No quiero que me acompañes.
Por la mañana temprano Melissa llamó por teléfono muy contenta. Su tía había mejorado mucho, me había traído frutas de la huerta y la noche anterior me había extrañado un montón.
Quedé mudo unos instantes, no sé qué dije y me despedí. También recordé qué me había sorprendido la noche pasada. La desaparición del pequeño lunar en la ingle.
Entonces pensè que quizás, alguna vez, pudiera satisfacer ese recóndito deseo que tuve desde que las conocí. Tenerlas a ambas al mismo tiempo en mi cama




Texto agregado el 31-12-2006, y leído por 1102 visitantes. (97 votos)


Lectores Opinan
01-11-2008 te dejo mi numero de telfono o seguimos esta charla por mail? Quintana
17-05-2008 Excelente: Si se està desprevenido parece que el escritor fuera un hombre, te pones en su papel sin ningùn esfuerzo. Que inteligente para manejar tan fàcilmente las situaciones siempre complejas de pareja. Un abrazo desde Colombia. yoba
15-01-2008 La cuentista que domina el cuento y su lenguaje. No te detengas! durmientes
23-11-2007 Ese "oscuro objeto del deseo" ? (Buñuel). Muy bien. Ese volcán tuyo tampoco se extingue. daywaskya
26-09-2007 muy bien escrito, aunque el final definitivamente se venia venir JulianFenix
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