PIEDRAS
Un círculo de piedras marca el lugar, un nudo de piedras rodea mi garganta.
La ceremonia ya ha empezado; un ritual semejante a las antiguas celebraciones religiosas, adaptado a los nuevos tiempos, a las nuevas necesidades.
La nave desciende, lleva décadas orbitándonos. Los sacerdotes de los nuevos ritos lo tienen todo preparado.Y entonces, la nave explota en el cielo. Llamaradas eternas se reflejan en los ojos de los asistentes.
Caras asombradas, gestos de incredulidad; el trabajo de los sacerdotes no ha sido acertado esta vez.
Noto como el nudo de piedras se estrecha sobre mi garganta. El viejo hechizo que lo mantiene unido con el círculo preparado para el aterrizaje, hace que el accidente de la nave se reproduzca en todos mis sentidos.
La nave explotó en el cielo, las máquinas no han cumplido su tarea.
Circuitos impresos acelerando ecuaciones, resolviendo algoritmos, replanteando situaciones y enlazando escenarios de probabilidades holísticas.
Los rituales de bienvenido no han sido efectivos.
El metal se fundió, las llamas incendiaron el cielo,los gases inflaman la atmósfera.
Viejas runas, huesos de animales sacrificados, piedras de lugares sagrados, en el círculo, y alrededor de mi graganta, del elgido para recibirlos. El ceremonial requería de mi recibimiento a los visitantes del cielo. Las rocas de mi garganta son esquirlas de piedras mayores rescatadas de antiguos lugares consagrados a las divinidades.
Restos incandescentes, orgánicos y algorítmicos, llegan hasta nosotros.
Pequeños robots de mantenimiento corriendo alocadamente, con sus engranajes chirriando al compás de sus circuitos; no comprenden la situación. Sus programas recomputan.
Sacerdotes del nuevo culto gimen asustados, pidiendo clemencia a todos los poderes conocidos, corriendo alrededor del lugar preparado para el aterrizaje, tocando mis piedras sagradas...
Cuando la nave explotó en el cielo las máquinas dejaron de funcionar, los robots cesaron en sus labores.
Aparecen caras asombradas y gestos de incredulidad cuando la atmósfera arde, y la vida en la Tierra
muere.
Cuando la nave explotó en el cielo.
Mis piedras sagradas me salvan de la hecatombe. Me trasportan a otro lugar, a otro planeta de otro sol; o tal vez a otro tiempo, a uno cuando la nave aún era dirigida por humanos, cuando los aterrizajes no eran ritos ancestrales, sino operaciones matemáticas perfectamente sincronizadas.
El nudo de piedras en mi cuello empieza a brillar. Se acerca una nave; hay que preparar el aterrizaje.
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