-- ¡Sonríe!- le digo a Aitor mientras le regalo una enorme sonrisa porque de repente se ha quedado muy serio y mira al infinito de la calle. Me pregunto qué estará pensando.

De inmediato, me mira. Se le ilumina la cara, y él también me regala una de sus sonrisas maravilladas.

Estamos en la salita del hospital. Sentados uno frente al otro. Delante de nosotros está la mesa donde como cada día. Hoy nos han dejado “solos”. Digo “solos” y no, solos, porque estamos rodeados de enfermeras que nos vigilan constantemente. Llevamos puestos los pijamas horrorosos que nos dan cada día aquí. No sé lo que hacen pero cada día están más desteñidos…

Esto ya se ha convertido en nuestra segunda casa. Pero nos gustan tan poco...

-- ¿Sabes Aitor? Hace cien años más o menos aún no se había inventado la insulina y la gente que era diabética no podía vivir sin ella y se moría. Si yo hubiera nacido entonces ya no estaría aquí porque también me habría muerto hace mucho tiempo…

-- Pues mejor, ¿no? - hace una mueca extraña con la cara.

-- ¡Jolin! Pues si que me quieres sí… ya veo - Muevo la cabeza de un lado a otro.

-- No, no… - se disculpa. No sabe que decir. - No te enfades.

-- Si yo me hubiera muerto, tú ahora mismo no sonreirías. ¿A qué no, Aitor? Es más ni siquiera me conocerías y estarías aquí súper aburrido.

Y me dice que sí con la cabeza. Y me sonríe.

-- No, no sonreiría. - dice un poco avergonzado bajando la cabeza. El tupé en la frente que se ha hecho esta mañana con su gomina profesional de peluquería de ocho euros, como siempre se acuerda de remarcar cuando le preguntan, crea en su rostro una imagen desenfadada y un tanto despeinada, le dan vida.

-- ¡Ahí lo tienes! - le digo casi gritando porque hemos llegado a la conclusión. - Por eso debemos apoyarnos mutuamente. A veces ayuda mucho dar un abrazo a las personas que quieres. O una sonrisa. O muchas ¿Verdad? O cantar. Y reírnos de ello. A mí me gusta cantar. (Aunque no canto muy bien) Y no creas que canto con todo el mundo, solo con las personas que me dan mucha confianza, así que tú eres una de ellas.

Y seguimos hablando… De vez en cuando sonreímos. O le canto algún trocito de estrofa suelta de una canción que me viene a la cabeza.




GRACIAS Chiquitín, Por estar a mi lado en estos difíciles momentos y por seguir creando sonrisas y risas donde (aunque no lo creas) ya no las había.