Vaya misión esta de escribir una columna, “no si: embárquenme no más” dije y de las primeras. Ahora estoy entre un qué escribo y un quién me mandó. Pero bueno, a los desafíos hay que hacerles frente, lado o costado, la cosa es que hay que hacerle (como dice una amiga mía).
Acá estoy, frente a esta pantalla blanca que me ofrece numerosas opciones para hacer los términos diferentes, pero el problema es: ¡la escasez de palabras!. “Bueno Caro – me dije – no puedes fallarle a tus amigos que confían en ti, escribe aunque sean leseras (o sea, leseras interesantes digo)¡manos a la obra y piensa!”.
mmm… Joer! es que a las neuronas cuando las presionan, no hay caso, les da por atrofiarse y volverse tontas, olvidan conectarse unas con otras y dejan la embarrada. Gracias a dios, existen esos cositos (tiernamente) llamados neurotransmisores que al menor indicio de alarma, despiertan a las aletargadas bestias neuronales, como cuando a las dos de la madrugada te suena el celular y todos en casa ¡duermen!.
¡Rayos! justo en el momento en que ya venía la inspiración para mi columna: “señor cliente, a partir de este momento cuenta con servicio de banda ancha inalámbrica que le permitirá conectarse con el mundo”. Nuevamente ¡Rayos!:hasta la compañía de celulares se percató de mi desconexión. Rápidamente lo apagué, no vaya a ser que se dieran cuenta de otras cosas…
Si es que mi padre me lo ha dicho: “éstas tecnologías te pueden leer la mente”. Por unos segundos pensé en la posibilidad que fuera cierto, y reconozco que hice fuerza mental para que el ordenador me diera una ayudita de esas gloriosas que pueden salvarnos la vida (o la columna al menos). Casi como un mantra invoqué a las fuerzas cibernéticas. Luego me entró pavor de conectarme con un alma endemoniada, con eso de que Gates es la reencarnación, de modo que me dejé de absurdos y volví a la triste realidad.
Casi resignada a no terminar este espacio, decidí relajarme un poco “Nada como msn _ me dije_ en una de esas la blanqui, hache o mi compi columnista me ayudan. Como todos los días, mi contraseña. Unos minutos. Unos más. Nada. Nada.
Ya no rayos, sino ¡demonios!, Bill me sorprendió pensándolo diablo y me castigó – pensé con delirio persecutorio-. Si es que los papás siempre tienen razón. Advertida y todo, igual había invocado a las fuerzas malignas y pagaría por mis graves delitos. La idea de no tener msn nunca más comenzaba a torturarme.
No. No puede ser (en algo de cordura que aún queda). Mi salvadora página celeste me guardaba la respuesta: “Caro: sin msn nada es igual”. ¡No era la única!. No había sido castigada. Aliviada prometí para una próxima sequía, buscar inspiración en lo natural. (Aunque una chica tecnológica nunca lo cree ciertamente)
Por lo pronto pondré mis ideas en orden y trataré, de una vez por todas, terminar mi columna |