Sangre, sangre por todos lados... mis manos llenas de horror teñido de ese rojo que quema mi piel, ese rojo que es muerte porque es el color que ha elegido la muerte para llevársela. Los segundos caen como las campanas que redoblan una muerte anunciada que no la esperas, aunque en tu subconsciente la deseaste cada noche, cada mañana. Desenlace que nunca quisiste buscar, pero tu empeño fue tan cínico como tu existencia que ya no siginificaba nada desde hace mas de seis meses, desde aquella tarde de mayo que nunca quisiste recordar cerrando tus ojos al pasado.Quizás el pasado sea tu vida, y lo que ahora te tocará vivir sea tu infierno. Piensas cerrando los ojos a la sucesión de imágenes fugaces que se aglomeran en tus recuerdos como si cual fotografo artesano busca ese negativo perdido que contiene la esencia de la luz, de la vida que hace unos minutos acabas de matar. Extinguir. Ahorcar. Apuñalar. Despropiar. Desahuciar. Abortar. Homicido premeditado con atenuantes de amenazas, intimidación y relación sentimental truncada por el curso de la vida que no quisiste aceptar, cobarde, intolerante machista no merecedor de eso tan grande que te has atrevido a cortar. Vida que ya no late. Vida que ya no respira. Tus manos ensangrentadas, con la piel teñida con la sangre de su vida. Tus huellas en cada esquina, en cada resquicio que tu mirada quiere descubrir en ese pasillo del terror que se ha convertido esa casa donde tiempo atrás, justo frente a aesa puerta que deseas abrir sin volver la mirada pero que tus piernas, inmovilizadas por el miedo, son incapaces de alcanzar. Deseas ser otro. Deseas no ser quien eres. Pero sobre tus brazos yace el secreto, la esencia, la flor que quisiste podar del arbol frondoso que sostenía tu vida. Cobarde. Cobarde. Te insultas a ti mismo, perforando sin balas tu alma, tu corazón. Ese corazón que a golpes resuena dentro de tu pecho. Te golpea la culpa. Asesino te te grita en sus silencios. Asesino del futuro. Asesino de ti mismo. Asesino de todos. Asesino de la nada. Asesino del después...
Tus pensamientos cínicos organizan cada uno de tus ultimos movimientos, cada una de la puñaladas que le asestaste sin piedad, cuando en ese preciso minuto, segundo, te sentiste el dueño de su vida que quisiste cortar por no querer abrir tus ojos, por no querer escuchar lo que te suplicaban sus pupilas donde tu cara de asesino se reflejaba en el alba de ese día que nunca quisiste soñar pero que estabas predestinado a convertir en pesadilla.
Los sonidos del exterior se aglomeran en la mañana, alcanzando el pasillo de la muerte. Un vecino que sale a pasear a su perro. Una vecina que sale corriendo hacia el ascensor. La señora de la limpieza que mueve sin armonía la fregona entre los escalones. El timbre del telefono que resuena insesante a lo lejos, acercándose con ritmo que cabalga señalándote,acusándote. Asesino. Asesino. Asesino. Tus subconsciente no cesa en repetir...asesino.
Tus ojos se llenan de lagrimas de culpa que no se secan en tus mejillas, sino que se congelan en tu alma. Tu mirada se clava con esos ojos enrojecidos que ves reflejados en el espejo que permanece inmóvil ante ti. Su cuerpo inerte sobre tus rodillas. Tus manos que no se mueven, se enredan entre hilos de sangre infinita que emana desde el coladero de puñaladas que bordean su cuello y pecho, desnudo que muestra esa piel que momentos antes intentaste violar, pero humillado sin dignidad decidiste matar. El arma blanca del delito se enfila hacia ti. Esa navaja fría marca una sola dirección. Suicidio. Pero a demás de ser el asesino de la flor que amabas, ahora te convences de que eres un mediocre cobarde...(continuará) |