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I


Mi esposo y yo recorríamos la avenida Alameda, en busca de un nuevo apartamento para alquilar en la playa. Nuestro actual hogar se había vuelto sumamente costoso después de las últimas elecciones, cuando el dólar se disparó por las nubes.

Él y yo, vivíamos sólo de su sueldo, pero esté se había depreciado tanto después de las elecciones, que decidimos mudarnos de la capital a otra zona foránea más económica. Por eso estabamos recorriendo la Avenida Alameda, ruta muy larga llena de árboles de ambos lados, bordeando el mar. A pesar de rodar por esta hermosa arboleda, el lugar se veía desolado. Hacía varios meses una tormenta había literalmente destrozado la costa, sólo esta avenida quedaba en pie. Los apartamentos eran alquilados a precios muy bajos, era nuestra única opción, aunque daba la impresión de vivir entre muertos. Hermosos condominios enterrados en un fango seco y estéril.

El último trabajo que tuve fue al lado de un francés déspota y ególatra, que por creerse burgués, pretendía tener la razón absoluta sobre los procesos que en la empresa se realizaban. Él era el dueño, pero yo era quien tenía la experticia en el área, a razón de esto tuvimos muchas diferencias y cortamos nuestra relación laboral.. Mientras mi esposo observaba algunos condominios, yo le sugerí que lo hiciera solo, porque debía ir en busca de mi tía Elisa.

Elisa era una de las personas que más quería en este mundo, era hermana de mi padre, y para mí una fuente de fortaleza, una hermana mayor con la cual siempre he contado. Yo debía buscarla porque llevaba perdida dos semanas, toda la familia la había rastreado en hospitales, morgues, jefaturas, cárceles, cualquier lugar lógico pero no encontramos rastros de ella. Sus dos hijos Fabricio y Camilo, estaban al cuidado de mi madre en la capital. Al parecer la desaparición de Elisa tenía que ver con una serie de acontecimientos políticos, que no vienen al caso contar.

Afortunadamente mi esposo aceptó que la buscara, tenía una dirección "dateada", que estaba supuestamente a dos horas de la Avenida Alameda., Mi compañero realmente accedió a que buscase sola porque la desesperación estaba haciendo ruinas en mi comportamiento. Muy preocupado me recomendó prudencia porque la situación social no estaba en buenas condiciones, había focos rebeldes en contra del gobierno como pequeñas guerrillas, paramilitares y diferentes comunidades organizadas, armadas curiosamente con material del ejercito para defenderse uno de los otros.


II

Seguí mi camino desde la Avenida Alameda hacía Oeste en mi camioneta. Mi esposo se quedó con el agente de bienes raíces para escoger algo apropiado, lo cual iba a tomar mucho tiempo, porque casi toda la zona estaba en mal estado. Desde la costa tuve que manejar subiendo por una cordillera estrecha llena de maleza. En diferentes poblaciones rurales preguntaba por "El Campo", pero todos aparentaban desconocerlo. Luego de una hora de camino se desaparecieron los pueblos, en lo sucesivo del trayecto no vi más personas. Finalmente llegué a una redoma en la que terminaba el camino. No podía creer que eso era todo. Estaba muy desilusionada.

Frente a la redoma había una pequeña edificación de granito gris, completamente desgastada, tenía cuatro pisos y estaba abandonada. Me bajé de la camioneta, le di la vuelta a pie, estaba un poco asustada porque no se oía ni el aire. Me percaté que en la parte posterior del edificio continuaba un camino, era una vía de granzón. Volví al auto y decidí seguirlo.

Luego de dos horas de camino en zona montañosa llegué a una cima que marcaba el final de la ruta. Desde allí se apreciaba, metros abajo, un complejo urbano frente a una encrucijada, donde se cruzaban rutas asfaltadas, la cual nunca había oído mencionar ni mucho menos visitar, y como si fuese poco, no estaba en el mapa que yo tenia de la zona. Se observaba desde arriba una estructura sumamente grande. Era un espacio asfaltado, lleno de barracas alineadas en la parte posterior, casas en la parte delantera, una edificación principal de tres pisos que parecía una torre de control. Simulaba una base militar, pero había civiles y construcciones de palos alineadas como si fuesen establos.

Aprecié muchos guardias vestidos de uniformes de campaña, armados con metralletas cortas, podrían ser UZI, no se distinguía bien, además no tengo mucha instrucción militar para distinguir armamento. Había personas civiles vestidas con pantalón y franela blanca de lino suave tipo uniforme, que caminaban en fila con las manos atadas. Lo que más me llamó la atención era que el campo estaba rodeado de una cerca de alfajol muy alta con dispositivos eléctricos entrelazados en alambres de púas, que formaban un espiral en el tope de la cerca. Tuve una extraña sensación de que mi tía estaría allí, entré en pánico, pero estaba determinada a encontrarla como diera lugar, además me sentía libre de cualquier delito y ajena a ese sitio.

III

No tenía dudas de haber encontrado "El Campo", pero aún no entendía la razón de su existencia. A pesar del temor que causa lo desconocido, dejé la camioneta en la cima, bajé caminando con sumo cuidado, evitando ser vista. En el trayecto observé movimientos de vehículos del ejército, que entraban llenos de civiles y salían vacíos. Luego de media hora de camino me acerque lo suficiente.

Sucedió algo que me dio confianza para acercarme más, reconocí el rostro de un alto mandatario del gobierno, quien tenía muy buena reputación por ser honesto y justo. Me dije "si este señor está allí es porque ese lugar es algo formal". Entré en confianza y llegué a la puerta principal que era mecánica, tenía sistemas de seguridad como cámaras, dispositivos láser y muchos guardias.

Me detuve frente a la puerta y le dije a un guardia que yo estaba allí porque quería saber si una persona se encontraba en ese lugar. Le pedí hablar con el comandante encargado o en su defecto alguien que me diera razón de un posible internado. Esta persona me miró con asombró y me hizo esperar un momento, mientras se comunicaba por teléfono con el comando central. Luego la gran puerta mecánica se abrió ante mí, y otro guardia me dijo: "sígame".

Fui llevada al edificio central del campo, mientras esperaba me di cuenta de que algo fuera de lo común sucedía allí, este sitio no era conocido por el resto del país, porque nada me parecía familiar, yo siempre he estado al tanto de lo que acontece en mi país, pues aunque desempleada, soy periodista. Después de media hora en la sala de estar, apareció un oficial joven, alto, blanco con muy buena fisionomía, me causó confianza porque fue muy amable al saludar.
¿En qué le puedo servir señorita? - replicó en tono muy cordial. Soy el comandante Gómez Parra.

Me dijo señorita porque tengo 28 años, pero aparento tener 19 años.

- Oficial estoy buscando a mi tía, Elisa Palacios, quien desapareció hace dos semanas y deseo saber si ella ha estado aquí, estamos muy angustiados porque no la hemos ubicado por todo el país – le contesté.

El oficial sonrió y dijo con la misma cordialidad:

- Vamos a ver que podemos hacer por usted. Mientras tanto debe esperar en un recinto aparte, porque este lugar es sólo para oficiales. No se preocupe, será llevada a un lugar más cómodo, allí recibirá noticias mías lo antes posible. Le prometo que haremos todo lo posible para ayudarla.

Inmediatamente llegó un soldado al que me presentó como mi "anfitrión". Al despedirme del oficial volteé a la salida y vi que pasaba una fila de reos vestidos de blanco, lo curioso es que ninguno tenía cara de asesino, eso me extrañó mucho. Le pregunté al soldado que me guiaba que crimen habían cometido esos presos, pero él no me contestó.

Después de pasar por unas casas uniformemente pintadas de blanco, pasamos por unas barracas, finalmente llegamos a varias edificaciones con cuatro paredes color ostra y una puerta de hierro El soldado abrió la puerta, agarro mi brazo, me lanzó dentro de la habitación y se fue.


IV

Me encontraba en un cuarto con cuatro paredes y un pequeño baño incorporado, sólo tenía una ventana y estaba protegida por barrotes. Allí se estaba un hombre, le pregunté que si estaba esperando noticias igual que yo.

Bienvenida señorita- replico con mucha amabilidad – Usted esta aquí porque es el lugar más seguro para una joven de su clase. Aquí no esta al alcance de los locos, asesinos, criminales y rebeldes contra el gobierno, los cuales ha podido observar vestidos de blanco allá afuera. No se preocupes, nada malo le sucederá mientras yo esté a su lado. Debo informarle que tengo mucho poder y todos me respetan. Fíjese, podrá comer hasta tres veces al día- me dijo con una sonrisa cálida, mi nuevo compañero de habitación.

Yo estaba muy preocupada porque él hablaba como si yo fuese a permanecer mucho tiempo allí. Supuse, por las palabras del oficial, que en la tarde ya estaría de vuelta a reunirme con mi esposo y con noticias de la tía Elisa.

La habitación tenía dos camas individuales con copete de hierro cada una, me senté en la cama que estaba de frente a la puerta, según mi compañero, esa era la que me correspondía. Lo observé cuidadosamente, era un hombre de cincuenta años, pelo abundante canoso y corto, ojos verdes, nariz perfilada, frente corta, con bigotes del mismo color del pelo. Su complexión era fuerte, medía como 1.85 y para estar en ese lugar vestía muy bien. Volví a preguntarle:

- ¿Está usted esperando a alguien?

- Si, y acaba de llegar –contestó.

Inmediatamente comenzó a leer un libro, se sumergió en la lectura y no me atreví a preguntarle nada más. Al lado de su cama había una mesa de noche con una lámpara y dos libros más "A Cold Blood" en inglés de Trumman Capote y el otro en español que no pude leer su nombre.
No entendí su explicación acerca de la persona que esperaba, pero no pregunté más porque era obvio que no deseaba seguir hablando. Pude ver por la ventana que había una especie de corral cercado donde había personas, al parecer, desquiciadas, que gritaban, se agarraban la cabeza como queriendo proteger algo dentro de ellas y lloraban incesantemente, algunas sufrían de ecolalia y otras imitaban animales. Esto me horrorizó y le pregunté a mi compañero qué les pasaba, pero él se había dormido.
Luego de dos horas tocaron la puerta. Me alegré mucho porque pensé que venían por mí. Mi compañero que se llamaba Fabián, despertó, atendió al guardia que me había llevado hasta allí. Intenté hablar con él pero fue imposible, se fue rápidamente, dejando comida para ambos. Le dije a Fabián que no entendía que pasaba.

- Come y después te explico- me contestó.

Comimos, pero mi preocupación era tan fuerte que apenas probé un bocado. Vi por la ventana que era de noche, Fabián devoró lo que yo dejé. Luego me explicó que allí estaban en calidad de presos aquellas personas consideradas peligrosas para la seguridad nacional, según el gobierno. Le pregunté que hacía yo allí y me contestó que aun no lo sabía, pero por lo pronto estaba acompañándolo. Confundida le pregunté de nuevo porqué estaba en la misma habitación que yo.

- Sencillo querida mía – replicó- aun en nuestro país la gente con influencia puede disfrutar de privilegios y este es uno para mí. Mi hermano es ministro, así que me permitieron quedarme en el mejor lugar de "El Campo", a parte de las casas de los oficiales.

- ¿Le parece esto cómodo? – le pregunté.

- No has visto nada aún cariño, aquí tenemos techo, cama y baño, además de las tres comidas, esto es como un Resort - contestó Fabián con sarcasmo.
Me recosté por un rato para descansar. Mi reloj daba las 2 a.m., estaba muy preocupada por mi esposo, pero el cansancio era agotador y decidí conciliar el sueño. Una vez dormida sentí unas manos apretando fuertemente mis senos. Abrí los ojos, sorpresivamente Fabián estaba encima de mí acariciándome, le grité que qué le pasaba, sólo sugirió que me quedara tranquila para no hacer "el asunto más doloroso".

- Tu mi rubia hermosa, provista de senos divinos y piel de seda ahora eres mía- me dijo en un tono suave.
Traté de zafarme, peleé con él, lo arañé, lo golpeé, mientras él intentaba detenerme, vi para todos lados pero no había un objeto con que agredirlo, después de una intensa lucha, Fabián me golpeó en la mandíbula y me desmayé. Cuando recobré el conocimiento Fabián estaba desnudo encima de mí y dentro de mí. Me había atado los pies y los brazos a los bordes de la cama, estaba inmovilizada, volteé mi rostro para no ver su cara y comencé a llorar. Cuando eyaculó, lo hizo sobre mis senos y comenzó a regar su liquido asqueroso por mi vientre. Él se veía loco de placer, luego me soltó. Yo corrí al baño para quitarme toda su asquerosidad y me desmayé.

Al despertarme, era de día y estaba acostada en la cama. Fabián me había vestido y tenía preparado el desayuno. Aún aturdida le tiré la bandeja en la cara, comencé a golpear la puerta para que alguien me escuchara pero fue en vano, nadie vino en mi auxilio. Así transcurrieron cinco días, donde fui violada, al antojo de este sádico varias veces al día, sin poder hacer nada. Fabián me obligaba a digerir sedantes para drogarme y evitar cualquier intento de escape. Aun así no perdía la cordura, me percaté a que horas llegaba el repartidor de comida y comencé a planear mi huida.

El día número cinco de mi encierro, Fabián abrió la puerta para recibir la comida, lo empujé y cayó por las escaleras que estaban a la entrada del cuarto, Fabián cayó encima del guardia y lo derribó. Corrí lo más rápido que pude hasta llegar a la comandancia general, donde estaba el oficial que me recibió cuando llegué a "El Campo". Quería encontrarlo para contarle lo que me sucedió.

- Necesito hablar con el oficial Gómez urgentemente – le dije desesperada a un guardia en la recepción.

- Tome asiento y espere unos minutos, mi comandante está reunido- me contestó con desdén– no se le puede interrumpir – agregó.

Le dije que algo muy espantoso había sucedido y el oficial Gómez debía saberlo, el guardia se inmutó y dijo que sólo debía esperar, no había nada más por hacer. Me senté frente a la puerta en las sillas de espera. Vi hacia "El Campo", para ver si me perseguían pero no había nadie que aparentemente me estuviese buscando.
V

Diez minutos de espera y el oficial no aparecía, me asomé por la puerta y divisé un guardia que venía justo hacía mi, traía un niño de cinco años y lo sentó a mi lado. Mauricio, se llamaba el jovencito, como yo estaba perturbada, tuve que calmarme para no asustarlo. El niño me vio fijamente, de pronto me contó que esperaba a su madre, y me pregunto:

- ¿Tu no la has visto?. Ella tiene puesto un vestido azul como el cielo – me explicó.

- No, cariño, no la he visto – le contesté- pero te prometo que si la veo vamos donde ella.

Mauricio, que era el nombre de niño, sonrió mientras jugaba con un carro de plástico. Volví mi mirada de nuevo hacía "El Campo", observé cinco guardias vestidos de campaña, muy altos y fuertes. Me extrañaba que todos median más de 1.89 m.. Estos hombres estaban a unos veinte metros de nosotros, pateaban con furia a una persona con traje azul, pero no se divisaba bien quien era. Luego un guardia levantó un pequeño cuerpo, era una mujer de unos 28 años, delgada con un vestido azul cielo, cabello rubio muy largo. Otro guardia la golpeó tan fuerte que la elevó hasta que finalmente cayó encima de unos ladrillos con su rostro hacia mí. Pronto brotó sangre de su boca y supe que la madre de Mauricio había muerto.

Inmediatamente vinieron unos reos vestidos de blanco y se la llevaron envuelta en bolsas plásticas. Para proteger a Mauricio de tan grande horror me lo llevé a otras sillas sin vista hacia a la puerta.

Quince minutos allí bastaron para saber que Fabián había fabulado ciertas cosas. El lugar se le llamaba efectivamente "El Campo", era un centro de acopio de criminales, enfermos mentales, sádicos, presos políticos y toda aquella persona que se considerara peligrosa para la seguridad nacional como mencionó Fabián.

Pude oír en la antesala al despacho del oficial Gómez que unas personas habían entrado a "El Campo", pero no los habían ubicado, pues "El Campo" era muy grande. De pronto, pensé en mis primos Fabricio y Camilo, los hijos de mi tía Elisa, presentí que eran ellos, porque sabía que manejaban la información sobre el lugar. Eran dos pequeños con muy poca edad pero muy valientes y harían cualquier cosa por recuperar a su madre. Una desesperación entró en mi cuerpo, tomé la mano de Mauricio y le dije que me acompañara, decidí no esperar al oficial Gómez, asumí que él era un retrasado mental o estaba a cargo de todo lo que allí sucedía.

Comencé a buscar por las rejas eléctricas poco a poco, con cautela para no ser descubiertos. Mauricio, un niño muy inteligente, comprendió que debía seguir mis pasos y obedecerme. Mientras buscaba, oí un silbido familiar, era Fabricio y Camilo, ambos escondidos debajo de un tanque de agua. Abracé a mis muchachos, admirada por su valor, lloré de la desesperación.

- ¿Qué carrizo hacen ustedes aquí?- les pregunté enojada – ¿ustedes no saben que este es el infierno?.

- No, Catalina, sólo nos dijeron que era peligroso, pero que mamá podría estar aquí – dijo Fabricio.

- Yo les prometí que la encontraría y por eso estoy aquí, no había necesidad de exponerse de esta manera. Seguro se le escaparon a mi mamá- les comenté.

- Si, nosotros oímos todo lo que te dijo aquel informante que le pagaste – replicó Camilo - luego averiguamos por un amigo de Alberto, que vende drogas, la dirección exacta. Salimos hace tres días de la casa, todos te estaban buscando como locos y nos escapamos para venirte a rescatar.

Los abracé fuertemente, mientras lloraba porque aquellos pequeños ilusos pretendían salvar a su madre y prima de aquel horror. Fabricio es un joven de 11 años, muy inteligente para inventar travesuras, es sumamente hermoso, su piel, siempre bronceada, parece un durazno con un fino cabello dorado, tiene grandes ojos amarillos, nariz diminuta, labios pequeños color escarlata, . Por el contrario, Camilo es más niño, apenas tiene 9 años, es sumamente blanco, de pelo rubio, con pecas en su cara regordeta, ojos grises como el plomo, labios carnosos y rosados. Tenía en mi poder a tres niños sumamente frágiles, porque Mauricio era muy parecido a Fabricio cuando éste tenía cinco años.

Me contaron que entraron poniendo sus bicicletas como muro y saltaron por encima de la alambrada, sin que la corriente los pudiera alcanzar - ambos son gimnastas -. Decidí que debían regresar por el mismo medio, así que yo montaría a cada uno de ellos sobre mis hombros y saltarían tan alto que no les daría corriente, yo por mi parte no podría escapar pero le encomendé a Fabricio que debía cuidar de los demás. Les dije que no se preocuparan por su mamá porque no estaba allí. Él debía decirle a mi madre lo que allí sucedía para que ella, mi papá y mi esposo me sacaran de ese infierno.


VI

En el momento en que Fabricio iba a saltar, un guardia nos sorprendió y detuvo la operación de escape. Fuimos confinados a una barraca, los cuatro. Horas después se nos informó que debíamos ir en fila a un autobús. Nunca me aparté de mis tres niños para que no entraran en pánico. Mauricio por su parte preguntaba por su madre, le dije que ella había salido de allí y que lo esperaba afuera, de esa manera se tranquilizó. Seguimos en la fila hacía el autobús, varias mujeres lloraban desesperadas, los guardias respondían a sus llantos con patadas y sablazos. Los niños estaban muy nerviosos, pero los animé para que no lloraran.

Una vez sentados los cuatro en el autobús, la gente murmuraba sobre nuestro destino, eran conjeturas. Un guardia ordenó que guardáramos silencio, de lo contrario seriamos acribillados allí mismo.

Era obvio que nos dirigíamos a un campo de ejecución. Una joven mujer que estaba en el asiento trasero al nuestro comenzó a llorar, estaba sola, yo me pase a su asiento y le tapé la boca, la hice callar. Le decía en el oído:

- Tienes que mantener silencio porque sino te van a azotar, además nadie está seguro de nuestro destino, tal vez nos suelten porque aquí no hay criminales.

Pensaba dentro de mí: ¿para qué hacía aquello?, ¿Era necesario? Total igual iba a morir. Pero me contesté a mi misma - ¡claro que es necesario! le estoy evitando otra humillación. La mujer se calmó y así evitó ser apaleada por los guardias psicópatas que nos habían asignado.

El viaje duró dos horas, mientras transcurría el viaje traté de distraer a Fabricio, Camilo y Mauricio con cuentos y muchos mimos. Para mi sorpresa llegamos a un pueblo llamado Soledad, donde nací y me crié, de pronto nos sentimos salvados, los niños se calmaron al ver su pueblo natal. Yo mantenía los ojos muy abiertos a lo que sucedía. Estabamos muy felices y aliviados.

Llegamos a la calle principal de Soledad. El autobús se estacionó frente al único cine del pueblo. Nos ordenaron bajar uno a uno, mientras lo hacía, divisé a mi tío Gregorio, quien me dijo, siguiéndome al lado de la fila, que mi madre estaba haciendo todo lo posible por salvarnos. Ella había movido el país completo para lograr mi absolución y la de los niños. Yo me preguntaba qué habíamos hecho para merecer tal castigo, pero no entendía, todo era tan bizarro.

Fuimos llevados a un recinto con sillas de terciopelo rojo, allí se encontraba mi prima Elvira - quien tenía seis meses de embarazo- junto a su esposo Ricardo, quienes estaban condenados a muerte sin ninguna explicación. Dedujimos que era una persecución familiar porque mi tía Elisa también había desaparecido. Aún los niños ignoraban lo que pasaba, ellos pensaban que por estar en su pueblo iban a encontrar a su madre.

Minutos después fui llamada por altavoces, un guardia me buscó, pasamos por un pasillo oscuro, largo con alfombra roja y luces tenues incrustadas en las paredes, como las de los teatros antiguos. Las paredes del pasillo estaban tapizadas con papel color ocre, dorado, rojo y azul, formando lirios psicodélicos que realmente confundían. Había varias puertas de madera en el pasillo, en la última encontré a mi mamá llorando, me dijo que pudo salvar mi vida, pero que los demás serían condenados. A pesar de mi absolución, debía pagar una pena. Comencé a temblar, mis piernas no podían llegar al final del pasillo, pero el guardia que me acompañaba me sujetó, voltee y vi a mi madre con la mano en el estomago llorando desde la puerta, mientras un guardia la detenía.


VII

El pasillo terminó en una puerta que daba hacía un anfiteatro muy pequeño lleno de luz solar. Allí había una mesa de madera muy grande con instrumentos de limpieza, una manguera de agua y un hacha. Aun no entendía de qué se trataba todo aquello. El guardia me sujetaba porque mis piernas no se mantenían en pie. Los altavoces anunciaron al verdugo "Mercedes".

Mercedes era una mujer joven de 26 años, gorda, con pelo ondulado castaño, piel clara y tenía tapado el rostro con una mascara negra. Ella se puso frente a mí detrás de la mesa y leyó un pergamino con voz ronca que decía:

"Señora Catalina Palacios Herrera de Párraga, usted ha sido absuelta de la pena de muerte, por la bondad de nuestro señor Presidente de la República. En su defecto, se le condena a recibir la pena mínima que merecen los criminales en estos casos de oposición arbitraria a nuestra majestad el Señor Presidente de la República Héctor Ricardo Chocano Fuentes. Su castigo consistirá en la mutilación total de los diez dedos de sus manos por parte de su señor padre Antonio Palacios Irribarren, quien igualmente le suministrará un anestésico local para evitar el dolor. De oponerse a tal acto, este será llevado a cabo por el verdugo a cargo, Mercedes, sin anestésico alguno".

Después que Mercedes leyó la sentencia, mi padre entró llorando desde el pasillo, decía que no podía hacerlo, Mercedes le explicaba que de lo contrario yo sufriría más, porque no recibiría anestésico. Yo casi no tenía conciencia porque me costaba mucho respirar. El verdugo agarró el hacha y le explicó a mi padre como debía rebanar mis dedos, era un corte en "cuadritos", según explicó ella.

-Primero- explicaba Mercedes- debe cortar verticalmente los dedos finamente y luego a partir de la base de estos mismos los cortará horizontalmente. Tiene que hacerlo rápidamente antes que pase el efecto de la anestesia, y en el orden en que yo le expliqué para luego depositar el resultado del corte en este cofre que llegará a manos de su majestad el Señor Presidente, según su mandato.

Ni mi padre ni yo entendíamos la operación de mutilación, era algo absurdo, surrealista e inhumano.

Mi papá lloraba tanto que apenas podía agarrar el hacha. El verdugo le dijo que debía ser inmediatamente, si no lo haría ella a su manera y sin medicamento. Un médico me suministró anestesia local, mi padre cerró los ojos y dio el primer corte, luego el segundo hasta que al fin terminó con la base y yo ya no tenía dedos. Estaba completamente mutilada, mi papá me agarró para que no me cayera, el verdugo me vendó, mi padre y el guardia me llevaron cargada de nuevo al pasillo donde me esperaba mi mamá envuelta en llanto.

En mi confusión y dolor pregunte a mi madre por los niños y mi prima, me dijo:
Sólo pude salvarte a tí, amor, y al esposo de tu prima porque es útil para el trabajo de campo.

Mis padres me sostuvieron por ambos lados. Cuando caminamos varios metros de vuelta a la salida, venía mi primo Fabricio, quien vio mis manos y se dio cuenta de todo lo que sucedía. Sabía que lo mutilarían a él y a su hermano, también se había dado cuenta que su madre estaba muerta, y peor aun sabía que todos, incluso su prima embarazada, sufrirían. El rostro del niño se volvió pálido y comenzó a gritar histéricamente, trató de huir, pero unos guardias lo detuvieron, yo intenté agarrarlo para calmarlo, pero sabía que no había consuelo alguno, yo no tenía nada que ofrecerle. No me importaba haber sobrevivido porque simplemente ya estaba muerta.

A Fabricio, Camilo, Mauricio y Elvira le esperaba la misma mutilación y luego la horca. Fabricio lo sabía y por eso corrió hacía su hermano para sacarlo de allí, cuatro guardias lo detuvieron y yo me les lancé encima para protegerlo, pero no soporte el dolor al ver como me los quitaban.


FIN

Texto agregado el 28-12-2006, y leído por 313 visitantes. (13 votos)


Lectores Opinan
09-06-2007 Genial... digo que es estupendo, he leído varios de tus escritos y tienen esa esencia que te hace llegar hasta la ultima palabra, me encanta tu forma de escribir, con una historia interesante y un toque "hot" que caracteriza, acaso eres escritora profesional?. Gracias por leer mis escritos ya voy por el tercero. Gracias por tu escrito y nos estamos leyendo ok?. Cuidate. LoReNzHo
08-06-2007 Es toda una narración, que atrapa y no deja respiro. Que final tan duro, escalofriante tratamiento para quien se oponga o resulte motivador, la historia injusta y eterna de la dominación despótica. Que gran narradora, excelente y aleccionador escrito. Asusta, pero es muy bueno. mandragoras
06-04-2007 Interesante relato de intrigas y emociones ***** caballonegro
28-12-2006 Lei el capitulo 1, ya seguiré leyendo biolin
 
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