El 23 de diciembre tenía poca información en el diario en el que trabajo, algo que se soluciona habitualmente con algunas llamadas telefónicas que habitualmente aportan algún dato interesante sobre el que tejer una información. Pero considerando que el diario saldría el 24, preferí improvisar un cuentito navideño, a partir de una cuasi-anécdota familiar.
He aquí el resultado:
Muchos años atrás, en una de esas navidades que reunía a toda la familia, padres, hijos, tíos, primos, hermanos, nietos, yernos, nueras, cuñados, cuñadas... a poco de comenzar el encuentro familiar, mis primos me abordaron para advertirme que -según ellos habían decidido- ese año yo haría de Papá Noel, ya que si se perdían la cara de sus hijos pequeños cuando recibían sus regalos, nunca me lo perdonarían.
Ante semejante amenaza no tuve más remedio que -tras el brindis- salir corriendo a ponerme el traje rojo, relleno de algodones (flaoc yo, poraquel entonces), en una noche que fácilmente marcaba 35 grados en cualquier termómetro.
El traje de Papá Noel era un sauna portátil. Literalmente.
Había quedado en pasar alrededor de la una a buscar a la que entonces era mi novia por su casa, pero éramos muchos en la fiesta, y a la una y media todavía seguía sacando regalos de la bolsa, gritando el nombre de algún pariente, seguido de un grave «jo jo jo», mientras el algodón se me pegaba en todo el cuerpo a consecuencia de la transpiración. Debo haber bajado dos kilos en una hora.
Cuando terminé la actuación navideña estaban por dar las dos, y antes de cambiarme fui con mis tíos, los dueños de casa, a pedirles el teléfono (ocurrió en una época anterior a los celulares) para dar cuenta de la demora y ratificarle a mi chica que iría a verla en cuestión de minutos.
El diálogo fue acaramelado. Cortamos enviándonos besos, y cuando me di vuelta noté que uno de los hijos de mis primos, de cuatro o cinco años, estaba detrás mío y me miraba horrorizado.
«¡Jo jo jo!» le dije, tratando de seguir en el rol de Papá Noel, y lo conseguí.
Pero inmediatamente salió corriendo al grito de «¡Papá Noel tiene novia! ¡Papá Noel tiene novia!» |