Autopsia
El médico aquel, de bata blanca, camisa de cuello y corbata de seda, tomó su estetoscopio Littmann, y lo puso delicadamente en el pecho de Laura intentando escuchar. Con la delicadeza que acostumbraba, lo movió un poco más abajo, levantando con su mano izquierda la mama del mismo lado. Sacudió contra sus manos la campana del aparato, dando la sensación de no oír lo que quería.
Sacó entonces una lámpara niquelada y fina del bolsillo de la bata, y la encendió deslizando su mano sobre el prendedor de la misa. Apuntó, con luz potente, sobre la pupila de la paciente y, a los pocos segundos, movió la cabeza en negativa.
Aplicó sus dedos índice y medio en el cuello de la mujer. Tal como lo había hecho en infinidad de ocasiones. Sus expertos dedos no sintieron movimiento ninguno.
-Pueden hacerle la autopsia- dijo en tono suave, pero firme.
Cuatro horas antes había tomado el papel del laboratorio.
Lo leyó una y otra vez. Prueba de embarazo por BSU, Positiva. Lo estrujó entre los dedos y lo lanzó al canastillo de basura abriendo este con rápido movimiento de su pié.
-¿Te sientes mal?
-Sí. Nausea y vómitos.
-Te voy a inyectar. Te sentirás mejor.
Potasio intravenoso. Paro cardíaco en diástole. No deja señas.
Se alejó del cadáver contoneando su bata blanca, impoluta. Se compuso la corbata de seda y tosió levemente.
La camilla, empujada por el asistente, se dirigió a la morgue.
Dos en uno.
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