Esta no es la historia de un gran luchador, ni de un héroe de leyenda, ni siquiera es de alguien famoso. Nuestro protagonista no luchaba contra malvados magos, ni contra increíbles dragones, ni siquiera sabía manejar una espada. Este hombre, por no tener no tenía ni un trabajo interesante, ni soldado de fortuna, ni bandido y aun menos marino, era un simple granjero, un hombre que se enfrentaba al día a día, intentando sobrevivir. Una vida mucho menos interesante, pero que no por ello no es digna de ser contada. Ya hay demasiadas historias de héroes y de leyendas.
Este hombre se llama como tu o como yo, o como cualquiera de las personas que pasan cada día por nuestro lado. Con una mujer que le quiere por lo que es, no por su rango, sus riquezas o su gloria. Tres hijos que le aprecian y que siempre le recordarán cuando el no esté y una joven hija, más guapa que cualquier princesa y que además sabe cocinar, limpiar y sobrevivir sin el dinero de papá. Una pequeña casa que realmente no es suya, pero en la cual se siente mejor que en otro sitio. Cuatro pequeñas parcelas de tierra que labra todos los días, sea fiesta o no, llueva, nieve o brille el Sol, tierras por las que luego pagará el diezmo a su señor y por ello le tocará vivir otro año más sumido en la pobreza.
Esta es la historia de un hombre que luchó y logró criar a sus hijos en la más absoluta pobreza. Sus hijos serán los héroes, los que luchen por la libertad, los que morirán en la batalla. Pero esa no es una historia que merezca ser contada, la historia que deberíamos recordar es la de su padre, el verdadero héroe, el que se enfrentó en la más grande de las batallas, el que luchó por vivir y venció. |