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Capitulo 10 El poder de la ventisca

El malvado mago vio la espada y no podía dejar de fantasear con todos los poderes que obtendría al convertirse en su nuevo amo. Entonces, con un rostro notablemente distorsionado por la locura extendió su mano y la acercó hasta que sus dedos alcanzaron a tocar la empuñadura de Forthia. Fue en ese momento que la espada reaccionó de forma extraña, un resplandor deslumbrante emanó de ella. Cuando Milhtred abrió los ojos, se vio rodeado por una densa neblina, la espada ya no estaba en sus manos. El joven guerrero se puso de pie y miro a su alrededor, pero no logró ver a nadie, no había rastro de sus amigos ni de su hermana, tampoco estaba Lukor. Milhtred caminó en silencio y sin rumbo por unos momentos, el muchacho tenía frío y se sintió completamente solo. Después de caminar inútilmente decidió detenerse y permaneció inmóvil con la mirada hacia el suelo. Su corazón palpitaba con debilidad y sus ojos parecían haber perdido definitivamente la luz. En medio de su propia confusión, Milhtred creyó escuchar una voz, pero pensó que se trataba de una broma de su mente, para el muchacho era evidente que había perdido la razón y aceptó con resignación su locura. Esa voz resonó nuevamente pero ahora más cerca, el joven guerrero dio la vuelta y observó sorprendido a una joven mujer. Su piel era hermosa y blanca, su cuerpo esbelto y delicado, con una gracia que el muchacho no había visto en ninguna otra mujer. Su largo vestido blanco y dorado la cubría por completo, desde el cuello hasta los tobillos, solo estaban al descubierto sus pies que no portaban sandalias, sus delicadas manos juntas frente a su vientre con los dedos entrelazados y su rostro divino y orgulloso como el de una reina. En sus labios brillaba un hermoso color rosa, su nariz delicada y pequeña era perfecta. Sus ojos azules resplandecían como si fueran dos zafiros y su cabello era largo y tan blanco como la nieve.

–Respóndeme ¿Tu eres la persona que despertó a la espada?

La voz de esa mujer era muy dulce pero al mismo tiempo tenía una fuerza y arrogancia que causó gran nerviosismo en Milhtred.

–Si, yo soy Milhtred, y encontré a Forthia en las ruinas de Tiznia –respondió el muchacho.

–Forthia es el nombre de una Diosa, no el de una espada.

Había enojo en las palabras de la hermosa mujer, pero Milhtred no le dio gran importancia después de todo no era más que el delirio de un demente, producto de la imaginación del joven guerrero.

–No estás loco, aunque muy poco te falta –dijo la mujer –sin embargo, aún tienes la oportunidad de cambiar tu destino. Yo soy Forthiatzin, la Diosa de la ventisca y estoy aquí para ayudarte.

Milhtred no podía creer lo que acababa de escuchar, realmente una Diosa había aparecido frente a él.

–Tú no tienes idea del gran poder que Yo poseo ¬–continuó diciendo la Deidad –y estoy dispuesta a permitir que tu seas el instrumento a través del cual yo libere ese poder. Pero debes estar dispuesto a servirme con todas las fuerzas de tu ser, de lo contrario, morirás.
El joven guerrero escuchó con atención las palabras de la Diosa y pensó que probablemente esa sería la única forma en que podría vencer a su terrible enemigo.

–Por favor, sublime Diosa de la ventisca –Milhtred se arrodilló mientras hablaba –concédeme tu gracia, y permíteme servirte con mi vida.

La Diosa Forthiatzin se acercó, levantó sus manos y las puso en el rostro del muchacho al tiempo que susurró con su dulce voz:

–Cierra los ojos.

Milhtred obedeció enseguida y unos instantes después, sintió el calido beso de la Deidad…

Cuando el muchacho abrió los ojos, se vio nuevamente en el campo de batalla. Frente a Él, se encontraba Lukor, aún cegado por la luz emanada de la espada. El mago retrocedió varios pasos mientras recuperaba la visibilidad.

– ¡Así que intentas engañarme! –Exclamó Lukor –Pues ahora te mataré y después haré lo mismo con tu hermana.

Milhtred se puso de pie, pero había algo diferente en Él. Físicamente el cambio era evidente, los ojos del muchacho se volvieron azules como zafiros. Sin embargo la verdadera transformación era imperceptible y Lukor sería el primero en descubrirla.

El cielo se oscureció, las nubes grises presagiaban una terrible tormenta. Los vientos del Norte soplaron con furia y la temperatura descendió drásticamente. Finalmente pasó algo nunca antes visto; se desató una fuerte ventisca. Los copos de nieve estaban por todos lados y la tierra fue cubierta por ellos rápidamente. El mago estaba totalmente aterrado, nunca pensó que la espada tuviera tanto poder.

–No me asustas –dijo Lukor –aunque uses esta clase trucos no eres rival para mi. Además no olvides que tengo el cetro de Ákanar y con él soy invencible.

Apenas el mago terminó de hablar, la piedra mágica se congeló y se hizo pedazos. Lukor miró horrorizado como su principal arma era destruida fácilmente sin poder hacer nada para evitarlo. Milhtred se mantenía en silencio e inmóvil con su mirada fija en el mago.

–Eres muy poderoso –murmuró temeroso Lukor –seguramente si unimos nuestras fuerzas podremos vencer al Rey oscuro y gobernaremos el reino. Si aceptas, sanaré a tu hermana y desharé el hechizo que mantiene a tus amigos como estatuas de piedra.

Milhtred no respondió, solo voltio y vio a su hermana, entonces las heridas de Sara desaparecieron y la niña recobró el conocimiento. Después miró a Kadsuki y a Baduel, quienes de inmediato se convirtieron en personas de carne y hueso. Tras un momento de desconcierto, ambos se recuperaron por completo.

Lukor estaba nervioso y asustado, ya no había nada que lo salvará de su destino, así que cobardemente dio la espada a su oponente e intento huir, pero en un instante el mago se convirtió en una estatua de hielo y después de eso se destrozó.

Sara, Kadsuki y Baduel vieron asombrados la forma en que Lukor murió, además la ventisca se intensificó al igual que el frío. Entonces Milhtred empezó a caminar.

–Milhtred, hermano… ¿A dónde vas? –Preguntó Sara.

El joven portador de Forthia se detuvo, y sin mirar atrás respondió:

–Milhtred ya no existe. Yo soy Forthia-Tlael: el poder de la ventisca, y mi destino es la fortaleza oscura. Por mucho tiempo, se ha dejado de venerar a Forthiatzin y mi deber es hacer que el culto a la Diosa de la ventisca se realice nuevamente.

Sara escuchó incrédula las palabras de su hermano, la niña no podía creerlo, lo que tanto temía sucedió, Milhtred era manipulado por la espada.

–Aunque digas eso, por lo menos has que la ventisca se detenga –dijo Baduel –las personas de Tharania sufrirán, especialmente los niños y ancianos.

– ¡Acaso pretendes dar ordenes a un Dios! –Forthia-Tlael se enfureció ante la insolencia del joven mago.

–Tú no eres un Dios –dijo Kadsuki –eres Milhtred, un hombre valiente que tiene el poder para decidir lo que debe hacer.

Milhtred seguía indiferente, como si no tuviera sentimientos. Después de escuchar las palabras de Kadsuki, dio media vuelta y sin prestar atención a los demás dio unos pasos. Baduel estaba molesto, no solo su maestro ahora también su amigo se había corrompido por el poder. Además pensaba en las personas de su ciudad, amenazadas por la ventisca y decidió detener al portador de Forthia. Pero tuvo una desagradable sorpresa al darse cuenta de que había perdido la capacidad de utilizar magia, lo cual era sin duda obra de Milhtred.

Kadsuki corrió frente a Milhtred y le bloqueó el paso. Desenfundó su espada y se puso en guardia, retando abiertamente a su amigo.

–Por favor Kadsuki –gritó Sara –no luches contra mi hermano, el esta confundido y puede matarte.

–Alguien debe detenerlo –respondió Kadsuki –Aunque sea tu hermano… Aunque sea mi amigo… Él se ha convertido en una amenaza, quizá peor que el Rey oscuro.

La espada de Kadsuki se congeló y se hizo pedazos. Después fue su mano, la que se convirtió en hielo y se destrozó en medio de un grito de terrible dolor del rey de los ladrones.

Sara no pudo contenerse, y al ver que el hombre del que se había enamorado estaba en peligro invocó la magia de su carcaj y tomó una de sus flechas de fuego, la colocó en su arco y la disparó.

La flecha se clavó en la espalda de Milhtred, provocando un intenso dolor en el joven portador de Forthia, pero debido a los poderes de la ventisca, el fuego de la flecha se extinguió rápidamente, aún así Milhtred cayó al suelo y soltó su espada. Entonces la influencia de la Diosa sobre el muchacho desapareció. Baduel recuperó sus poderes y los usó para cicatrizar la herida de Kadsuki, mientras Sara abrazó a su hermano y lloró por haberlo herido. El joven estaba temblando y miraba con terror su espada, a pesar de estar herido prefirió esperar la ayuda de Baduel antes que tener en sus manos esa arma que lo había enloquecido. Después de que el mago curó la herida del joven guerrero, éste se levantó un momento solo para ponerse de rodillas ante Kadsuki y suplicarle perdón. Pero el Rey de los ladrones no respondió, simplemente se dio la vuelta y se fue de ahí. Sara lloró amargamente al verlo partir pero decidió quedarse con su hermano. Mientras la ventisca cesó y el sol volvió a brillar en el cielo.

Texto agregado el 28-12-2006, y leído por 140 visitantes. (0 votos)


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