Cupido observaba atento desde el llano del alma. Preparaba su tiro, la flecha daría en la mirada de aquel muchacho que frío y tieso estaba sentado frente a una dama, que en su mirada brillaba un amor desenfrenado. Estaba todo listo, después de contemplar a la pareja, Cupido miro por última vez antes de lanzar el tiro, achino uno de sus ojos, suspiró, concentro toda su fuerza en su mano izquierda para afianzar el arco, y su derecha lentamente la llevó hacia atrás sosteniendo en ella la flecha; achino mas aun su ojo izquierdo, contó hasta tres… Soltó la flecha que fue a parar al lugar ya vacío donde estaba el muchacho…
Tres segundos…si tan solo no los hubiera dejado pasar…tres segundos…y él ya no estaba más…
Cupido, el ángel del amor, al ver llorar a la dama, decidió que buscaría en el mercado, flechas del Olvido, pues su flechas del Amor ya no le eran necesarias.
Y se empecinó, luego de comprar flechas del Olvido, en encontrar a la dama…
Hasta que un día la encontró sentada en un banco, y se quedo allí mirándola con ojos tristes.
Las horas pasaban y allí estaba ella sentada. Cupido se había olvidado para que la buscaba…
Y mirando al cielo el ángel le pido a Dios que le diera pies y vida para acompañar los sueños de la dama; lo pidió con tantas ganas, que Dios no se rehusó en concederle su petición.
Todo pasó en cuestiones de segundos.
Y se encontró con los pies sobre la tierra mirando a la dama tras su espalda… se sentó a su lado y comento lo precioso que estaba el día…
Observo su espalda y se sorprendió al comprobar que ni alas ni flechas allí estaban; entendió que esta vez no podía enamorar a la dama, y tendría que recurrir a los “métodos humanos”
Y procedió su conversación comentado cuan hermoso se veìa el día en sus ojos y llenando de poesía el alma de la dama, el sol les sonreía.
Cupido por ahí anda con su dama, olvido ya su misión en el mundo, probando una cuota de su propia medicina: el Amor.
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