Es extraño, muy extraño las cosas, sobre todo cuando sueñas con tener algo en las manos y cuando lo consigues, has perdido un sueño, una ilusión… Eso me pasó cuando deseaba tener en las manos un CD de los Rolling Stones, interpretado en Bossa. Lo compré y perdí un sueño más. Por más que lo escuché mil veces, ya no era lo mismo.
Con ese sentimiento de extrañeza, salí a la calle, sin saber adónde ir con certeza. Era las siete de la noche. Tenía unos billetes en las manos y deseaba entretenerme. Cogí el auto y busqué un periódico. Lo conseguí y me fijé en la cartelera de cine, teatro, recitales, etc. No había nada que me atrajese. Iba a regresar a mi casa pero recordé el CD de los Rolling Stones. Aceleré el auto y fui en dirección al centro de la ciudad. Me estacioné en un garaje y fui a pasear, como una sombra más en las paredes. Caminé por espacio de media hora cuando vi una pequeña cola de gente bastante extraña. Había gente joven, mayor, de todo, pero lo extraño en ellos era que vestían casi todos con ropas negras, es decir, con sacos, camisas, vestidos oscuros, como si fuera un velorio. Me atrajo este tipo de persona. Sobre todo una jovencita de ojos grandes, cabellos cortos y pantalón ceñido. Me gustó, quizá, me interesó su presencia, pensaba que quizá fuera una mujer vampiro, o toda una secta de vampiros. Me reí de mis ideas y me puse a leer un cartel, decía: El Génesis. Me gustó. Me olvidé de la chica y me concentré en entrar a aquel lugar que era un teatro pequeño, antiguo, pero limpio y ordenado.
Saludé a un enorme negro, vestido de negro y con lentes oscuros. No me respondió, tan solo me pidió el dinero de la entrada. Se lo di y entré. Era un auditorio pequeño. Todo el público estaba rodeando el escenario desde una altura interesante, ni muy alta ni muy baja, quizá exacto para uno como yo. Vi una silla al borde de la baranda de metal y me senté. Me fijé en la parte ala, en el techo del coso y estaba cubierto de focos encendidos a media luz. Si te fijabas en ellas creerías estar en el cielo. Cerré los ojos esperando que empezara la función. De pronto sentí que alguien tocaba mi mano derecha. No me asusté. Era una mano húmeda, suave. Abrí los ojos y me encontré con los ojos de la chica de ojos grandes y cabellos cortos y negros. Estaba sonriéndome. Iba a decirle cualquier cosa, un saludo, pero ella puso su índice en sus labios, indicándome que no hablara. Me puse derecho y en ese preciso instante todas las luces del teatro empezaron a apagarse… Hasta quedarse todo negro, así como la ropa de toda la gente que estaba sentada. La función estaba por empezar, y empezó sin saber que había empezado…
Una luz apareció iluminando a un hombre sentado en mitad de la sala. Estaba sentado en posición de loto, así como un Buda. Parecía no usar ropa, parecía que estaba desnudo, aunque no se apreciaba su sexo. Una luz emanaba de su rostro, como si estuviera un foco que oscilaba, como el latir de un corazón… Y todo esto se apreciaba por un farol que iluminaba el escenario del teatro. En verdad, ver aquella escena me encantaba. Se le veía a este hombre tan en paz que sentí envidia por él. De pronto, de la parte superior del escenario cayó una caja de cartón. El hombre abrió el rostro, se paró y fu caminando hacia el lugar en donde estaba la caja. Cuando estaba a un lado de la caja, dudó en abrirla. Miró hacia el cielo, es decir, la parte oscura y superior del escenario, como preguntándose qué debería hacer con esa caja. Esperó un buen rato, miraba de varios lados, pero no encontró respuesta, luego, se acercó hacia nosotros, los espectadores y su mirada me impresionó, parecía querer escuchar una respuesta, un dato que le dijera lo que debería hacer, pero nadie osó decir palabra alguna. El hombre bajó la mirada y volvió hacia la caja y en ese preciso instante, del mismo cielo negro, bajó un letrero con una serie de imágenes de lo que el hombre debiera hacer con la caja y su contenido. Se vio que había un pantalón, una camisa, unos zapatos, y la forma en que debería ponérselo. El hombre al ver esto, sonrió, alzó las manos y comenzó a dar vueltas alrededor de la caja, luego, la abrió y comenzó a sacar las cosas que la contenían. Sacó el pantalón, la camisa, los zapatos y se los puso. Empezó a mirarse su cuerpo. Lo tocaba, lo jalaba, miraba hacia el techo del teatro como si buscara a dios, nos miraba a nosotros y luego, sonreía como un idiota o un niño. Comenzó a correr alrededor de la caja, se desvistió hasta quedarse desnudo nuevamente, y de pronto, un viento entró de los cielos y sintió frío, luego, en ese mismo instante, cayó del cielo, con suavidad, un espejo enorme, y justito frente a él. Lo tocó, se miró. Miró al cielo del techo, nos miró a nosotros y sonrió nuevamente. El frío cayó de nuevo sobre su cuerpo y trató de esconderse y de pronto, una lucecilla se encendió encima de su cabecita y se leyó con imágenes al lado: Tienes frío, usa la ropa de la caja. Y eso fue lo que hizo. Se vistió y luego empezó a mirarse al espejo y todo esto sucedía en total silencio. Se paró de cabeza, se echó, se rió y luego fue caminando de un lado hacia otro hasta tocar el espejo. Trató de jugar con él pero no pudo. El espejo simplemente lo reflejaba. Sintió ganas de abrazarle y besó el espejo. Se puso colorado de vergüenza. Se fue detrás del espejo y se echó al suelo en posición de meditación… Era raro, pues en ese instante el espejo comenzó a elevarse hacia el techo del teatro hasta desaparecer mientras el hombre meditaba pero parecía sentirse incómodo. Se movía de un lado hacia otro, se jalaba el pantalón, la camisa, los zapatos y así hasta que se levantó. Miró al cielo y trató como de buscar una respuesta, luego nos miró a nosotros y sonrió como un niño. Volvió a mirar hacia arriba y en ese instante cayó suavemente del cielo una caja mas… La vio, sonrió y en ese instante bajó del cielo una especie de letrero con imágenes del contenido de la caja. Se trataba de una radio. El hombre se levantó como preguntándonos qué hacer. Yo quería decirle algo no sé, pero en ese instante sentí las manos de la chica de ojos grandes y negros, y su índice pidiéndome que continuara en silencio. El hombre se empezó a rascar la cabeza y una lucecilla se le encendió en la parte superior de la cabeza. Y de esa imagen salieron palabras escritas de qué hacer con ella. El hombre sacó la radio. Vio las indicaciones en el letrero que en es e instante empezaba a subir. Trató de releerlo nuevamente mientras daba saltos y saltos para leer. Luego, se acercó a la radio y vio un botón rojo y otro verde. Tocó el rojo de encendido y el radio sonó. Era una canción de Nat King Cole cantando: “Capullito de alelí”. El hombre miró al cielo y sonrió, luego saltó como un niño. Nos miró y puso una carita tan hermosa de felicidad que me dio envidia… Miré a mi lado y la chica de ojos grandes y negros estaba llorando. Quise llorar como ella pero la cara del hombre era tan hermosa que continué sintiendo envidia. El hombre volvió hacia la radio y empezó a saltar, luego a bailar sin parar hasta quedar exhausto, cayendo al suelo para continuar riendo lleno de felicidad. Luego se paró y fue a apagar la radio apretando el botón rojo. Luego apretó el verde, encendiéndolo. Miró hacia e cielo y se rió como un niño. Nos miró y sonrió con nosotros… yo, sonreí con él, pero siempre en silencio. Durante un rato estuvo prendiendo, apagando el radio hasta que lo dejó la radio, como si se hubiera aburrido. Lo dejó apagado y se sentó a meditar, pero, parecía no poder concentrarse… Se paró, caminó hacia la radio, se dio vueltas a él. Nos miró como preguntándonos si lo encendía o no. Alzó los hombros y se sentó a meditar pero parecía no poder concentrarse. De pronto, en ese preciso instante cayó del cielo, o sea del techo del teatro un muñeco del tamaño del hombre. Este se paró, se acercó hacia el muñeco que era en realidad una muñeca, desnuda. El hombre comenzó a mirar, tocar, oler, lamer toda la muñeca y alzó los hombres como sintiendo no saber qué hacer con ella. De pronto bajó del cielo otra caja con instrucciones e imágenes de qué hacer con esas cosas. Se trataba de ropa de la mujer. El hombre la vistió como decía en las instrucciones. Luego la tendió a su lado. Miró hacia el cielo, luego a nosotros y era un rostro de extrañeza. Alzó los hombros como no saber qué hacer con la muñeca. De pronto otra lucecilla brotó de su cabecita, diciéndole que encendiera la radio. La encendió y recordó a la muñeca. La cogió, cargó y trató de bailar con ella. Bailó un buen rato hasta que de cansancio se detuvo. Miró a la muñeca y sin saber por qué la besó en los labios. De pronto, en ese instante la muñeca comenzó a moverse. Primero un brazo, luego el otro, las manos, la cabeza, y luego, miró al hombre. Ella se paró, encendió la radio y empezó a bailar como una bailarina. Era hermoso verla y contemplarla. Y parecía ocurrirle lo mismo al hombre. El hombre se le acercó y bailó junto a ella. La abrazó y la besaba una y otra vez, pero ella lo empujó y continuó bailando hasta cansarse. El hombre la miraba extasiado. Miraba al cielo, a nosotros y su rostro era de idiota, de niño que mira un juguete y no sabe qué hacer con eso. Cuando la mujer se detuvo fue a buscar un lugar para reposar. Vio la caja y se hizo una cueva o algo por el estilo y se puso bajo es caja. El hombre se puso a su lado y la mujer lo beso con fuerza hasta cansarse, luego, lo botó de su caja. Este intentó acercarse pero la mujer lo botaba una y otra vez hasta que ella se paró y le arrancó la ropa al hombre, luego ella se quitó su ropa y se tiraron al piso como si hicieran el amor. En ese instante se besaban, se mordían, se miraban… me pareció que se amaban. Miré a la chica de mi lado y ella me miró a mí. Iba a tocarle las manos pero ella movió la cabeza en señal negativa. Continué mirando a la pareja y vi que ambos se hallaban agotados. El hombre estaba echado y la mujer trataba de reanimarlo sin conseguirlo. La mujer se paró, desnuda, se vistió y fue a encender la radio. Y bailó para el hombre sin conseguir nada. El hombre se paraba y apagaba la radio, pero ella volvía a encenderla, a besarlo, pero este no quería más que dormir… Al rato, este se vistió, se puso en posición de loto y trato de meditar, pero la música, la mujer, la radio, sus ropas lo desconcentraban… La mujer lo miraba cuando en ese instante cayó del cielo un muñequito. Era un bebé. La mujer lo tomó y lo besó, y en ese instante el muñequito empezó a llorar, a gemir, a moverse… La mujer le buscó algo que le cubriese pero no encontró nada. Miró al hombre que trataba de concentrarse y se fue hacia él. Este recién se dio cuenta del bebé, quería tocarlo pero la mujer se lo impedía. Luego, esta el quitó las ropas al hombre y cubrió al niño que en ese instante calló, quedándose dormido. El hombre, ya desnudo, trató de acercarse pero fue inútil. La mujer fue hacia la radio, la ató con una cuerda a su espalda y con el niño en los brazos se fue caminando hasta desparecer en una de las entradas o salidas del escenario. El hombre trató de seguirla pero del cielo salió como un rayo… El hombre tembló. Miró al cielo y luego nos miró. Miró su cuerpo desnudo y alzó sus hombros en señal de total sumisión ante lo inesperado. Iba a salir del escenario pero no pudo, nos miró y puso un rostro tan de pena que casi me pongo a llorar. Este comenzó a caminar sin saber qué hacer hasta que de agotamiento se sentó a meditar y en ese instante, su rostro comenzó a iluminarse como al inicio de la obra… Todo comenzó a apagarse en el teatro mientras su rostro brillaba más y más hasta que su cuerpo también brilló… Y en ese instante, el telón bajó… Nadie aplaudió. Yo quería hacerlo pero la chica de ojos negros y grandes me tocó las manos y sentí no hacerlo. Las luces de todo el teatro se encendieron y la gente empezó a salir, yo también.
Traté de buscar a la chica pero no pude verla ni encontrarla. Salí del teatro. Vi mi auto estacionado, pero decidí volver caminando hacia mi casa… Cuando llegué, encendí la luz y luego la apagué. Así estuve un buen rato hasta que sentí ganas de escuchar el CD de los Stones en Bossa… Lo escuché y me puse a bailar como el hombre que viera en la obra de teatro… Increíblemente me sentí contento, feliz, al menos hasta que se terminara el CD… Mientras bailaba recordaba a la chica de ojos negros y grandes, e inconcientemente esperaba que ella tocara la puerta de mi casa. La verdad es que lo esperé durante toda la noche hasta quedarme dormido tirado sobre el suelo… pero nunca ocurrió, nunca, nunca…
San isidro, diciembre del 2006
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