Para vos bombón, versión libre.



Ella era una cincuentona que transitaba los días para encontrarse con él sólo los miércoles, cuando su amante venía de Buenos Aires. Él acostumbraba a dormir las horas de viaje confundido entre dos aguas, su mujer la secretaria del juzgado y su amante Silvia, desocupada por enfermedad. Y el encuentro detenía la vida de la pobre amante a la espera de Marcelo, temiendo el infortunio de perderlo a cada instante entre las tantas mujeres que cortejaba. Aunque nada podría cambiar su mente retorcida de quererlo todo como macho conquistador de eternos sueños sin sentido. Ella lo aguardaba cada miércoles en la terminal de ómnibus tejiendo y destejiendo angustias, para luego huir juntos hasta un hotel de barrio que obviamente pagaría. Marcelo era un pobre laburante que debía mantener a su mujer, nada le sobraba y menos para una amante más. Y lo cíclico del tiempo caía levemente entre las sábanas agónicas cada miércoles en que ambos entrelazaban sus humores. Hasta aquella tarde en que las palabras de Marcelo enmudecieron su existir: -Necesito contarte algo Silvia – le dijo con los ojos perdidos de nostalgia.
- ¿Qué? – preguntó ella como prediciendo la tragedia.
- No sé como decirlo pero...
- Pero qué – insistió Silvia.
- Mi esposa, es mi esposa, está embarazada nuevamente... – esbozó casi sin aliento.
- ¿Cómo?, Marcelo, ¿Y nosotros? – repreguntó ahogada en llanto.
- Nosotros no nos podremos ver más. Ni siquiera los miércoles. Lo siento mucho amor, pero al fin podré ser papá nuevamente.
Ella yacía dentro de su propia sangre como un infinito charco de dolor que nadie entendería; él, sólo levantó su cuerpo de la cama para vestirse. Después nadie más los volvió a ver juntos. Dicen que en la terminal de colectivos todos los miércoles la llovizna persistente baña una silueta de mujer acongojada en llanto.

Ana Cecilia.