Me preguntaron hace unos días porqué escribir sobre Ecología
La respuesta fue.................... Porque me duele la Tierra
Me duele porque soy hijo de campesina y me enseñaron, en mi casa, el respeto que la tierra merece.
Y el aire y el agua y el fuego. Sí, los cuatro elementos que se conjuran con el hombre y el animal en una maravillosa complicidad y logran juntos, el magnifico espectáculo del nacimiento de los frutos de la tierra.
Así los recuerdo; en perfecta armonía; en un paisaje personal.
La tierra preparada y anhelante para recibir la semilla que luego germinará en su interior. Húmeda por el agua que cayó la noche antes, perfumando el ambiente con olor de tierra mojada.
El aire, transparente, quieto, expectante en la mañana que despunta, como esperando que se levante un telón imaginario.
Y en lo alto el sol; ahora tibio y apacible; mas tarde rotundo y preñado de amarillos y rojos que enviará a la tierra poniendo una nota de color en todo lo que la vista alcanza.
Y ahí está Marcial. El hombre en ese paisaje; en contraluz.
La sombra alargada y persistente y con los pies en la tierra y el arado firme en sus manos curtidas, en perfecta comunión con las reses que arrastran sus aperos y con ese don característico de los campesinos, que endulzan la palabra dirigida al animal, como si de compañera fiel se tratará.
Y se abrirá la tierra, generosa; y el hombre depositará en ella la semilla; y el agua, el sol y el aire aportarán sus dones; y se hará el milagro: “NACERA VIDA”
Verdearan los campos, se poblarán de árboles los bosques, anidarán las aves y los ríos llenarán sus cauces.
Las cumbres de los montes se cubrirán de armiño; despertará el oso, parirá el venado y los potrillos nuevos correrán, delirantes, desbocados, la primera vez que vean el cielo.
¿Podemos perder eso?
Hace dos años regrese a mi paisaje, a mi pueblo.
La herida de asfalto no perdonó nada.
Atravesó campos y cañadas; perforó cerros y cruzo ríos; separo bosques y dividió valles.
Y puso, donde antes había robles y encinas, gasolineras; y donde pastaba el ganado, estacionamientos para coches y cambió el perfume de la tierra mojada por el hedor a diesel quemado.
Hoy casi no se encuentran zarzamoras y tenemos que comprar manzanas en el mercado.
El horno de piedra, que se encendía una vez a la semana para hacer pan, hoy es una ruina y las pocas aves que cruzan el aire, lo hacen cansadas y tristes, sin rumbo. Marcial ya no está ahí. A lo mejor se cansó o le dio miedo. Se fue, con su eterno cigarrillo en los labios, de regreso a casa, a nuestra casa, a la tierra.
Por eso me duele la Tierra.
Por tantas cosas que están acabando.
Por cuanto no conocerán las generaciones futuras
Por la falta de oportunidad que tendrán de tomar una cereza de un árbol, o subirse a un castaño para descubrir el nido de una tórtola o de sentir el terciopelo manchado de una vaca lechera. |