Pequeña, recuéstate sobre mi pecho y deja que tu perfume se adhiera a mi piel, hagamos de cuenta que estás a mi lado para que mi corazón no arda en tu ausencia. Pequeña, pon tu cabeza en mi hombro, Para que pueda contarte todos los poemas, para entrar en tus sueños, y las dos cerca muy cerca poder sentirnos. Pequeña, recuéstate de modo que tus ojos se cierren, y sin mirarnos, dejar que mi corazón pueda murmurar al tuyo cuanto te quiero, Pequeña, y cuando ya nos estés aquí, y mis ojos no puedan verte, solo mi sentido podrá imaginarte, y trataré como a una foto poder retenerte. Pequeña, y cuando ya no estés aquí, mi mano se aferrará cerrada, para conservar la humedad de su última caricia. Pequeña, cuando no estés aquí, mi boca derrochará besos vacíos, buscando el contenido del beso en tus labios. Pequeña, cuando no estés aquí, mi olfato dibujará tu aroma, y buscaré tu perfume en el mundo circundante. Por eso, cuando no estés aquí conmigo, la distancia crecerá, crecerá, como crece mi pasión. Y mientras tanto Pequeña, cuando no estés aquí, me reuniré contigo, con mi pasión y mis sentidos, para retenerte entre tu ausencia y mi ilusión. Y mira, cuantas palabras necesitaré, para describirte en estas líneas, la necesidad constante que de quererte me brota... Cuantos poemas emplearé para tratar de reflejarte todo el sentimiento, y explicarte lo mucho que te quiero. Y se Pequeña, cuando esta noche a solas y en silencio, te encuentres leyendo este poema, y cuando la paz, te perturbe por mi ausencia, recuerda que yo estaré a tu lado, mirándote, acariciándote, y talvez me atreva, quizás, a darte un beso. Y cuando todo esto ocurra, piensa que así te contengo en mis poemas, con la cantidad inmensa de pasión, de amor, que no pueden reflejar todas mis letras. |