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Antes de la creación del hombre sobre la faz de la tierra, existía un singular animal en Australia. Conocido como Platypus, poseía cualidades de todos los seres que hasta entonces allí habitaban. Su aspecto era parecido al de los mamíferos, pero ponía huevos como las aves y nadaba con agilidad igualable a la de los peces. El bellido animal era reflejo de una perfecta creación en total unión con la naturaleza y de lo que de ella procedía mansamente. Su candidez era reconocida a lo largo y ancho de las vastas tierras australianas y no era extraño verlo relajado ante las pequeñas lletas que brotaban aquí y allá. Se recreaba y maravillaba con los dones que el mundo ponía en su camino y disfrutaba viendo nacer y crecer la vida a su alrededor. Su creador, Biame, que era a su vez el creador de la Tierra y de todas las especies que en ella moraban, decidió hacer una clara distinción entre animales creando tres clanes distintos que habrían de ser reconocidos por sus específicas cualidades. Así estableció que existiría un clan liderado por el canguro y que contendría a los mamíferos y los reptiles; un clan liderado por el águila y que comprendería todas las aves incluyendo al avestruz, de dudosa reputación; y establecería un tercer clan que englobaría a los peces y especies sumergidas de los océanos y mares.

Esta distinción, al contrario de lo que Biame cabía esperar, llevó al enfrentamiento de los tres clanes, antes en equilibrio y armonía. El motivo de tal estrepitosa discusión no era otro que el de disputarse la ubicación del Platypus en uno u otro clan. El extremoso animal confuso ante tal algarabía, considerando lo estúpido de tal debate, no dudó en intermediar alegando que no era necesaria tal contienda, pues él se sentía dentro de todos los clanes por igual. Pero ellos insistían confirmándose unos y otros como un clan superior sobre el resto.

- Platypus... elige tú, ¿quiénes poseen la supremacía? – dijo el canguro.
- Eso habla... ¿verdad que somos nosotros? – apremiaba el águila.
- Pero yo... yo no quiero elegir – se proclamaba, claramente apurado por lo airado de la situación.
- Pero tienes que elegir... tienes que unirte a uno de nosotros... – decían al unísono unos pececillos desde un estanque.

Muy serio y harto ya de tal absurda situación, el Platypus lanzó un grito al aire y pidió silencio y calma. No fue necesaria una segunda llamada de atención, todos boquiabiertos, pues nunca habían visto tan enérgico al animal, se colocaron frente a él en piña a la espera de su locución. Antes de comenzar a hablar se podía apreciar como cada uno de los clanes se agrupaban y lanzaban miradas a sus oponentes cargadas de suspicacia.

- Os agradezco sinceramente vuestra demostración de cariño hacia mi – dijo dulcemente – pero habéis de saber que yo me siento pez, mamífero y ave a un tiempo y eso me impide elegir entre uno de vosotros. – Entonces se fue acercando a cada uno de los clanes y con calidez fue alabando las virtudes que cada uno de ellos poseía. Cuando concluyó, los animales avergonzados por su mezquina actuación se mostraron cabizbajos. – No debéis mostraros tristes amigos... ni superiores al resto, pues no sois mejores ni peores unos que otros, simplemente sois distintos y eso os hace únicos y bellos dentro de vuestro clan y fuera de él. – Fue entonces cuando prodigó un generoso y sabio consejo a aquellos que momentos antes se disputaran la supremacía y la posesión del Platypus. – Todos los seres de la Tierra, aunque distintos, son iguales a los ojos de Biame y deben permanecer unidos para que exista un equilibrio.

Entonces el júbilo brotó nuevamente y danzaron alrededor de aquel extraño animal como muestra de agradecimiento, pues habían comprendido las palabras que éste les regalara. Nunca más volverían a discutir acerca de algo tan banal, ahorrarían fuerzas para crear la armonía y equilibrio que siempre había existido y que siempre debería existir. Al menos hasta que Biame decidiera crear al hombre.

Extraído del libro "Senderos de Mitología Olvidada" de Víctor Morata Cortado

Texto agregado el 26-12-2006, y leído por 85 visitantes. (0 votos)


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